Introducción
Más que un edificio alegórico, el Tanatorio es una alegoría en sí mismo, entendido ese término en su acepción de encadenamiento de metáforas.
Sin lugar a dudas, tendemos a expresar la muerte a través de símbolos, es decir, elementos u objetos que por convención o asociación, vinculamos con un concepto determinado. No resulta extraño, así pues, que un edificio dedicado la gestión de la muerte se erija a base de metáforas. Lo particular de este caso es la fortuna en su elección, así como en su materialización, y el inteligente ensamble con factores de naturaleza utilitaria.
Descripción y análisis
La primera y más importante decisión -optar por un edificio subterráneo- no era estrictamente necesaria porque el programa funcional de 3.000 m2 construidos cabía holgadamente en una parcela con una superficie de 5.300 m2. Este gesto remite obviamente al enterramiento pero también sirve para ocultar en cierta medida una dotación pública imprescindible pero que casi nadie quiere tener al lado de su casa.
El soterramiento implica una entrada descendente que se resuelve con una rampa, en una suerte de itinerario ceremonial o de preparación anímica que termina en un cortavientos de dos grandes hojas pivotantes, indicativas de que se traspasa un umbral singular. Como la rampa tenía una inclinación excesiva para personas con movilidad reducida se ha construido después otra, mas estrecha, atravesando en diagonal la zona ajardinada delantera, que resuelve esa insuficiencia de una manera razonablemente respetuosa con el proyecto. Lamentablemente no ha sucedido lo mismo con las puertas, sustituidas por unas correderas automáticas, que bien podrían pertenecer a una sede bancaria, acompañadas además por un escaparate de adornos funerarios que por posición y factura supone un insulto al esfuerzo creativo desplegado por los autores del proyecto.
La cubierta es un estanque de agua que, desde determinados puntos de vista, refleja ese cielo que en los días despejados y fríos adquiere en León una intensidad muy llamativa para los foráneos y menos para los autóctonos -ya se sabe, la costumbre-, en una nueva alusión a motivos relacionados con la fugacidad de la vida. Pero también se trata de una solución constructiva que sirve para reducir los saltos térmicos, el principal enemigo de los sistemas de estanqueidad basados en láminas impermeables.
A su vez, el edificio se adosa a la linde oriental, dando la espalda, y abre su gran vestíbulo público hacia el oeste mediante una fachada acristalada que tiene en primer término un talud ajardinado con hiedra rastrera, de fácil mantenimiento, y abedules de corteza blanquecina, una especie muy cara a la arquitectura moderna por influencia de los maestros escandinavos. La presencia del poniente en forma de los rayos rasantes del ocaso, filtrados por las copas de los árboles, añade otra evocación simbólica más, aunque en parte empañada por la construcción al otro lado de calle, en el emplazamiento menos apropiado entre todos los posibles, de un bar que se interpone en la trayectoria del disco solar.
Al exterior, el edificio no renuncia a una discreta significación mediante unos poliedros de hormigón con diferentes inclinaciones, vinculados a la capilla, en una estampa que vista en la lejanía remite a los dedos de una mano abierta.
Por dentro destaca el gran vestíbulo que combina la exhibición de la losa de hormigón armado del techo, y los soportes en V que la sostienen, en su desnudez, con un friso de madera de iroko que unifica los elementos de paso a las salas de vigilia, organizados en torno a una secuencia de siete patios interiores, habilitados como estanques, que proveen de luz a la parte trasera del edificio. Los acabados y muebles de las zonas destinadas a estancia del público, así como las oficinas, están concebidos con el laudable propósito de ofrecer un marco confortable, casi doméstico, que se agradece en esos momentos de aflicción. Por el contrario, la capilla es muy adusta, en esa línea contemporánea que liga austeridad con espiritualidad, cifrando la ambientación en muebles muy severos y, sobre todo, en la tenue luz que aportan los lucernarios, tres laterales y uno cenital sobre el altar.
Fuera de la vista del público, el Tanatorio se completa con una banda que aloja todas las dependencias de servicio, con acceso independiente y organizada de acuerdo con estrictas necesidades funcionales.