PLAZA MAYOR

Arquitecto/s: 
Varios
Promotor/es: 
Ayuntamiento de León
Fecha del proyecto: 
1654-1758 / 1955
Plaza Mayor
PLAZA MAYOR
Vista desde el lado E
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Introducción

La Plaza Mayor es un recinto de matriz barroca que en su configuración espacial y arquitectónica expresa la voluntad de dotar a la ciudad de una gran ágora urbana, lugar de intercambio, de encuentro y de celebración, escenario de “fiestas, representaciones, corridas de toros, autos de fe, recibimientos y proclamaciones”.
Se concibió como un espacio basado en la regularidad geométrica en contraposición a la tupida, abigarrada y accidentada trama urbana medieval, compuesta de calles estrechas y torcidas, y un mosaico parcelario de piezas pequeñas e irregulares.
El paisaje urbano medieval es imprevisible por su propia naturaleza. Las calles sinuosas no ofrecen perspectivas lejanas y la irregularidad es sinónimo de sorpresa. Por el contrario, la Plaza Mayor se percibe en un golpe de vista. Si accedemos desde una esquina, todos sus lados son visibles. En un símil cinematográfico, el viario medieval es un “travelling”  y la Plaza Mayor un plano panorámico.
Nos encontramos en suma ante un poderoso gesto de refundación urbana, una especie de reforma interior, que debió tener un impacto enorme desde múltiples puntos de vista, si bien es verdad que tiene un origen accidental, a raíz de un incendio acaecido el 14 de febrero de 1654 que destruyó una docena de inmuebles. A lo largo de la historia el fuego ha sido un persistente protagonista de las remodelaciones urbanísticas. En este caso, transcurridos tres siglos y medio no se han apagado las sospechas sobre una posible intencionalidad, conjetura alimentada por la celeridad en la reacción por parte del “Regimiento” que adquirió algunas casas siniestradas ese mismo verano.

Historia

Donde hoy campa la Plaza Mayor había dos pequeñas plazoletas encadenadas: la llamada de San Martín o de Santo Martino y un recinto porticado, denominado Plaza Vieja. También dos calles: Rodezneros (N-S) y Escuderos (E-O), con nombres expresivos de los oficios artesanos que albergaron.
Todos los recodos que en el barrio de San Martín ensanchan el angosto viario medieval están ligados al comercio y los mercados  periódicos. Sin embargo, a mediados del siglo XVII, el barrio no disponía  de un espacio específico, condensador de la actividad mercantil, que sin otro remedio se desparramaba por una concatenación de plazoletas. De este a oeste: las citadas Vieja y San Martín, del Pan, la Picota, Carnicerías y Tiendas, Don Gutiérrez. Ya más separadas y con un carácter ferial: el Mercado (del Grano) y Rollo de Santa Ana. 
El tamaño, forma y posición de las plazas son factores no sólo morfológicos sino que guardan relación muy directa con el ejercicio del poder, ya sea en sus aspectos simbólicos o de control económico. En torno a 1500, el Cabildo de la Catedral había ampliado la plaza de Regla para convertirla en centro neurálgico de la ciudad. Esta iniciativa tuvo su respuesta, un poco lenta, ciertamente, por parte del Concejo con la construcción en el siglo XVI de las Carnicerías y las Panaderías, rematando la operación con la Plaza Mayor. A tal efecto, en 1657 se obtuvo la concesión de una licencia real para imponer un gravamen fiscal sobre el vino. El discurrir histórico tiene estas casualidades: se financió con alcohol el actual epicentro de la ingestión alcohólica de la ciudad. Lo bebido por lo servido.
La conformación del conjunto empezó con una nueva casa de Panaderías, que sustituía a la renacentista, ubicada donde está la “Gota de Leche” (mirador), con una longitud prácticamente idéntica -32 m-, bajo proyecto de Francisco de Lastra y Francisco  Martínez del Valle (1654-1657).
Del texto de contrato se deduce una configuración influida por el estilo del edificio precedente, diseñado por Ribero Rada, eminente arquitecto renacentista, compuesto de baja y piso, 8 arcos de medio punto en la parte inferior y otros tantos balcones arriba.
Fue éste un edificio efímero pues se demolió en 1674, 17 años después de su conclusión, por razones imprecisas aunque probablemente jugó un papel determinante el cambio de criterios estéticos.
A partir de este punto inicial, el largo periplo constructivo puede resumirse en los siguientes hitos:
- 1658.    Proyecto del jesuita Antonio Ambrosio, que incluía una maqueta de madera.
- 1659-1668.    Obras dirigidas por Juan de Vega y Juan de Rucabado, maestros de Trasmiera.
- 1668.    Tramos de los lienzos norte y sur. Proyecto de Francisco del Piñal.
- 1671-1672.    Tramo meridional del lienzo este. Proyecto de Ambrosio Sanz.
- 1674-1677.    Mirador del Concejo, luego conocido como “Gota de leche” por su función asistencial, promovido por Juan Feloaga de Ponce de León en su papel de corregidor de la ciudad, tal como atestiguan unas cartelas en los extremos de la balconada.
- 1673-1677.    Obras dirigidas por Pedro de Hoyo.
- 1695.    Nuevo incendio y reconstrucción siguiendo la pauta marcada, hasta la conclusión definitiva en 1758.
- 1955.    Construcción del cuartel de la Policía Local en el centro del lienzo oriental, con un proyecto de Prudencio Barrenechea, arquitecto municipal, colmando un vacío producido por otro incendio.
- 197-.     Reconstrucción del tramo oriental del lienzo sur, conservando la fachada.

Descripción y análisis

El espacio abierto tiene planta trapezoidal, de 58 m de ancho por 62,5-71,5 m de largo. Suma por tanto 3.886 m2 aproximadamente. Es decir, puede albergar sin grandes apreturas 7.500 personas.
Pero este recinto sólo es una parte de la Plaza Mayor. Otra, no menos importante en la definición tipológica del modelo, es el soportal perimétrico, desde el punto de vista formal pero también funcional, en su condición de espacio aparentemente altruista pues resulta de la cesión de una parte de la parcela en beneficio del usufructo público. La realidad es que este acto no es tan desprendido como parece pues a cambio se obtienen considerables beneficios funcionales. El soportal brinda resguardo frente la lluvia, el viento y el sol del verano y su carácter híbrido, a caballo entre el exterior y el interior facilita y promueve la actividad comercial en la planta baja, a modo de antesala que apacigua las inclemencias climáticas.
La forma trapezoidal, más dinámica que el rectángulo, se complementa con una axialidad en el lado corto (E-O), generada por la tensión entre el Mirador y el chapitel del antiguo cuartel de la Policía Local, hoy convertido en hotel que, con este elemento historicista, introdujo una bipolaridad hasta entonces inexistente.
Las fachadas son muy modestas, material y decorativamente, con soluciones más propias de la arquitectura popular que de la culta; vease, por ejemplo, el alero de madera.
Las rasantes son resultado de una gran explanación, como denotan las escaleras que bajan al Caño Badillo o a la calle Tarifa. Sin embargo, ya fuera por economía o para reducir el desnivel acumulado,  no son horizontales, ni mucho menos. Entre el lado oeste y la esquina sureste se acumula una diferencia de cota próxima a los 2 m.
La adaptación a los lienzos de fachada y los edificios asociados a esta circunstancia no se resuelve  de la manera más elemental, al menos para los arquitectos, mediante la definición de un plano horizontal único para el suelo de planta primera en todo el perímetro, y el ajuste de las arquerías de medio punto variando la altura de los pilares.
Por el contrario, la balconada corre más o menos paralela a la rasante de la plaza de tal modo que no es horizontal. Esta solución, muy patente en la esquina N-E, resulta violentamente anticlásica a la vez que eficacísima.
El Mirador del Concejo es un edificio principalmente escenográfico, que cumple un cometido icónico,  y representativo. Además a la vez de atalaya y escaparate (“ver y ser visto”), como expresa el balcón corrido que preside su estampa, duplicado en la entreplanta.
A su vez, también es una especie de decorado pétreo que tapa la cabecera de la iglesia contigua cuya posición sólo deja espacio para una crujía muy exigua, factor que pudiera explicar la interrupción del soportal, que frustra la apetecible posibilidad de un completo recorrido a cubierto.
Los torreones laterales se rematan con sendos chapiteles, ceñidos por balaustradas de sillería  en cuya cornisa se insertan poderosas gárgolas con figuras monstruosas y de soldados. El eje central está coronado con un reloj construido en el siglo XIX, que sustituyó los escudos trasladados al Consistorio de la plaza San Marcelo. Desde el punto de vista estilístico este edificio responde a estereotipos arraigados en la época de su concepción, que quedaron plasmados con notables concomitancias en los Ayuntamientos de Astorga (1675) y de Ponferrada (1692), por poner ejemplos próximos.
A principios del siglo XXI se construyó bajo la explanada central un aparcamiento subterráneo. La diferencia de cotas entre los dos lados de la muralla posibilitó la inserción del acceso de vehículos  en un lugar discreto, evitando la irrupción de una rampa en el centro de la plaza, como ha sucedido en otras homólogas, menos afortunadas. Sin embargo, en un punto estratégico, se colocó un acceso  peatonal de diseño torpe y desmañado, tapando las vistas a las dos entradas más concurridas. Tampoco ayudan mucho las cuatro aparatosas farolas, más propias de un salón decimonónico que de un recinto barroco.
La Plaza Mayor fue concebida como un espacio multifuncional, y así debiera continuar, frente a la creciente presión por convertirlo en un centro de ocio y diversión, exclusivamente, incompatible con la función residencial y su tradicional carácter mercantil y comercial que, con la inestimable ayuda de distintas corporaciones municipales, se ha visto progresivamente arrinconada. Al igual que en el campo de los seres vivos, en el urbanismo, variedad es riqueza.

Bibliografía

Mª D. CAMPOS SÁNCHEZ-BORDONA; Mª L. PEREIRA FERNÁNDEZ: Historia y evolución de un espacio urbano. La Plaza Mayor de León, ULE, León, 2001.

E. ALGORRI GARCÍA; R. CAÑAS APARICIO; F. J. GONZÁLEZ PÉREZ: León. Casco antiguo y Ensanche, Colegio Oficial de Arquitectos de León, León, 2000, pp. 108-111.

Otros datos

Arquitectos:

  • Francisco de Lastra y Francisco  Martínez del Valle.
  • Juan de Vega y Juan de Rucabado.
  • Francisco del Piñal.
  • Ambrosio Sanz: Pedro de Hoyo.
  • Prudencio Barrenechea Sánchez.

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