PLAZA DE TOROS

Promotor/es: 
Promotora Inmobiliaria de Espectáculos SA
Fecha del proyecto: 
1946
Constructor: 
Alberto Fernández
Presupuesto: 
2.767.649 ptas
Paseo de Papalaguinda
PLAZA DE TOROS
Fachada (Puerta grande)

Introducción

Desde su construcción hasta los actos en honor de la reina Isabel II, con motivo de su mayoría de edad, en torno a 1843, la Plaza Mayor fue el coso de León, de acuerdo con el carácter polivalente y ciudadano de estos recintos barrocos.
A partir del siglo XIX irrumpe en muchos terrenos el concepto de especialización funcional y las ciudades se dotan de edificios que sirven exclusivamente para espectáculos taurinos. Una conocida foto aérea de León, datada en 1931, muestra con nitidez la ubicación de la primera plaza, ya con el tipo arquitectónico de anfiteatro circular, en una posición tangente a las calles Colón y Roa de la Vega, por el lado oriental.
La construcción de la actual fue emprendida por una entidad privada Inmobiliaria de Espectáculos SA (IDESA) que apeló a la colaboración de la sociedad leonesa mediante la suscripción de acciones. Unas hojas publicitarias animaban a la compra de participaciones con el siguiente texto: “La construcción de la Plaza, sita en terrenos de El Parque, adquiridos por la Sociedad propietaria, se encuentra en estado avanzadísimo, asegurando los Sres. Arquitecto y Contratista que podrá inaugurarse en junio de 1948". Peculiaridades literarias aparte -“estado avanzadísimo” parece más propio de una embarazada-, el objetivo se cumplió y la plaza de El Parque se inauguró en las fiestas de San Juan de 1948.
Uno de los arquitectos a los que alude IDESA, seguía la estela de su padre, el reputado e influyente  José Yarnoz Larrosa, que en esas mismas fechas estaba proyectando el edificio del Banco de España en la calle Ordoño II. Tuvo una larga vida pues murió en 2014, 66 años después de la conclusión de la obra.
Tal vez por la relevancia profesional de la saga, el proyecto tuvo repercusión más allá del ámbito local pues se publicó en la Revista Nacional de Arquitectura en un número del año 1949.
La relación entre IDESA y el Ayuntamiento de León estuvo marcada por el conflicto durante muchos años. En 1962 el arquitecto municipal, Prudencio Barrenechea, firmaba un proyecto de prolongación de la Avenida de la Facultad que implicaba la desaparición de la plaza de toros, propuesta que podría interpretarse como una convincente medida de presión. En esas fechas se dilucidaba en los juzgados un pleito entre ambas entidades por la titularidad de unos terrenos en el entorno de la plaza que no se resolvió hasta 1975.
Los dos torreones que flaquean externamente la puerta grande estuvieron decorados con pinturas murales de motivos taurinos realizadas por Cecilio García Pérez, más conocido como Cecilio Burgo-Gar (Burgo Ranero 1915-1950), malogrado pintor de orígenes sociales muy humildes que en palabras de Victoriano Crémer “Le murieron y su miseria debe pesar sobre la conciencia de los leoneses”.
No fue profeta en su tierra este pobre hombre porque en 1988 se sacrificaron sus pinturas, que a simple vista no parecían irrecuperables, con motivo de unas obras de “reparación” de los revocos de las fachadas. El respeto al pintor y la memoria de la ciudad hubieran merecido un trato más delicado.

 

Descripción y análisis

Tal vez no fuera premeditado, pero lo cierto es que el emplazamiento de la plaza de toros al final del paseo de Papalaguinda contribuyó de modo muy importante a la conformación del frente fluvial del Bernesga, en la medida que generó un polo en el extremo meridional, que se contraponía a San Marcos.
La iniciativa era ciertamente muy ambiciosa con una capacidad para 11.514 espectadores (9.129 en tendidos, 408 en balconcillos, 1.797 en gradas y 180 en palcos), algo más de una sexta parte de la población total del municipio. En la presentación de la Revista Nacional de Arquitectura se decía al respecto: “La plaza de toros de León, financiada por una entidad particular, presentaba para su construcción un problema típicamente económico. Limitado el coste a una cifra relativamente baja, el número de localidades habría de ser superior al de diez mil, mínimo exigible para la organización de corridas con primeras figuras y con posibilidad de defensa económica por parte de la empresa”. 
Que la cuestión económica centraba las preocupaciones de los arquitectos (del promotor lo damos por supuesto) se pone de manifiesto en el cálculo de una ratio de coste que ascendía a 240,35 ptas/localidad, “cifra muy baja que permite una rápida amortización”.
El problema principal radicaba en la escasez y carestía del cemento que convertía en prohibitivo al hormigón armado, la técnica más apropiada para construir los graderíos. Haciendo virtud de la necesidad, se recurrió al empleo masivo de la fábrica de ladrillo en la estructura de muros de carga radiales sobre los que se asienta el graderío escalonado, este sí, de hormigón armado. Dichos muros están horadados por tres arcos cuyos empujes se neutralizan con el peso que aporta un tendido perimétrico. Este elemento cumple también una significativa función arquitectónica pues ciñe al anfiteatro circular con un anillo  coronado por una arquería que define una franja en sombra y, encima de la misma, un faldón de teja.
La isotropía del circulo está interrumpida por la puerta grande, destinada exclusivamente a proveer el paso de carruajes al ruedo. El ingreso del público se realiza por 11 puertas; 8 de ellas dan paso a los tendidos a través de escaleras imperiales y las 3 restantes conducen a palcos y gradas.
Ya en el siglo XXI se cerró cenitalmente el edificio con una cubierta móvil, siguiendo una moda del momento. Pasados los años no parece que los argumentos utilizados para defender la inversión, que no fue pequeña, ofrezcan mucha solidez a la vista de la excepcionalidad de los usos alternativos. Por otra parte, la solución adoptada se asemeja a un platillo volante posado con muy escaso ánimo de integración y poca convicción pues, sorprendentemente, se mantuvo el tejadillo exterior del tendido en un imposible maridaje entre el pintoresquismo de la teja árabe y el exhibicionismo técnico del suplemento metálico.

 

Bibliografía

Arquitectura nº 93, Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, Madrid, 1949, pp. 414-417

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