LONJA DE LA CATEDRAL

Promotor/es: 
Cabildo de la Catedral
Fecha del proyecto: 
1637 / 1750 / 1988
C/ Cardenal Landázuri nº 1
LONJA DE LA CATEDRAL
Vista general
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Introducción

Al lado de su fachada occidental, en el arranque de la calle Cardenal Landázuri, junto a la entrada al claustro, un modesto inmueble, de elegante y severa fachada escolta a la Catedral.
Y no es una expresión metafórica, porque se trata de un edificio directa e históricamente asociado a  la Catedral, con su construcción para ser más exactos. Su función consistía en albergar la Lonja, que dicho en términos actuales sería un almacén de materiales empleados en las obras de construcción o mantenimiento de la fábrica, además de tareas administrativas derivadas de las labores de gestión. Su responsable recibía el título de lonjero.

Historia

Se desconoce su fecha de origen aunque, en todo caso, se considera anterior al siglo XVII. Por el contrario, a partir de entonces, están bien documentadas tres reformas profundas.
La primera tuvo lugar en 1637, proyectada por el arquitecto Juan de Naveda, maestro mayor de la Catedral que, por encargo del Cabildo, estaba redactando un informe acerca del estado de conservación del templo. Sobre Naveda gravita el baldón de ser el autor de un cimborrio sobre el crucero que los restauradores del siglo XIX hubieron de desmontar para detener el proceso de desestabilización general de la esbelta construcción gótica.
En este caso, Naveda lo tenía más fácil y planteó un edificio de dos plantas en torno a un patio porticado, con tres lados sin cerrar, de porche en planta baja y galería en la alta, mientras que el trasero albergaba una serie de dependencias para aposento del lonjero, oficinas, almacén de cera y de un material entonces denominado “betún”, mezcla de cal, aceite, teja molida y escoria, que se empleaba en el recibido de las fábricas sometidas a condiciones persistentes de humedad.
El proyecto quedó plasmado en un plano de planta cuya leyenda reseña que la anterior lonja fue parcialmente destruida por un incendio, auque parece que, al menos, se reutilizaron algunos muros supervivientes. La sencillez del diseño atestigua un propósito básicamente funcional, tal vez impelido por aquel suceso, sin mayores aspiraciones estilísticas.
La segunda reforma, de mediados del siglo XVIII, a partir de 1749, vino dictada también por un hecho accidental -la ruina de un muro- pero fue más ambiciosa, particularmente en lo que se refiere a la imagen exterior.
Distintos documentos indican que la principal intervención consistió en la construcción de una nueva fachada en el lado sur, que mira a la catedral, aprovechando la ocasión para cerrar los espacios en torno al patio. Probablemente su autor fue el cantero Fernando de Compostizo, maestro de obras de la Catedral que, además, acabó por asumir también el cargo de lonjero.
Entre 1842 y 1855 el Cabildo hubo de librar una larga batalla para evitar su enajenación como parte del proceso desamortizador promovido por el ministro Juan Álvarez Mendizábal, recurriendo al argumento de que tenía una función científica y arquitectónica, que finalmente fue aceptado por la Junta Superior de Ventas. Aún así hubo que litigar con el vecino que había adquirido la casa del Cabildo contigua, y pretendía apropiarse de un parte. Tras 17 años de disputa judicial se llegó a un mal acuerdo que, como es sabido, es mejor que un buen pleito.
Por último, entre 1898 y 1993 se reestructuró completamente el interior, a fin de habilitar el inmueble como Archivo de la Catedral, con proyecto de los arquitectos Mariano Díez Sáenz de Miera y Ángel San Juan Morales.

Descripción y análisis

Nos detendremos exclusivamente en la fachada, sin lugar a dudas el elemento más valioso del inmueble, cuya cronología figura inscrita en el centro de la cornisa (ANNO DE MDCCL). Llama la atención la delicadeza y perfección de este lienzo, en contraposición con los dos laterales, que muestran un batiburrillo de fábricas heteróclitas y desaliñadas, que parecen un muestrario de mampostería ordinaria de bolo, mampostería careada, fábrica de ladrillo, etc.
La totalidad del alzado es de sillería, combinando dos tipo de piedra: caliza rosácea en el zócalo y caliza dolomítica dorada, de Boñar, en el resto. Los motivos de la elección son fáciles de deducir, localizando la más resistente en la parte inferior, donde la acción erosiva del agua (salpicaduras, capilaridad) es más agresiva.
Compositivamente es adusta y lacónica, con neto predominio del macizo sobre el vano, que se desglosa en un portón en planta baja y tres ventanucos cuadrados en la alta, dispuestos simétricamente. Los huecos están enmarcados por unos esmerados recuadros moldurados y sobre el arco adintelado del portón campa un jarrón con cinco azucenas, emblema del Cabildo.
Se ha adscrito esta fachada al “barroco castizo imperante en la España de mediados del siglo XVIII”. En su sencillez y esmerada factura cumple satisfactoriamente la función de digno y modesto acompañante de la Catedral, que no es poco.

Bibliografía

E. MORÁIS VALLEJO, Mª D. CAMPOS SÁNCHEZ-BORDONA: Arquitectura y patrimonio: edificios civiles de la ciudad de León en la Edad Moderna, Universidad de León y Ayuntamiento de León, León,  2007, pp. 101-109.