Introducción
La plasmación urbanística del capitalismo, por incipiente que fuera en León, tuvo una naturaleza bifronte: planificada en el Ensanche y espontánea en los arrabales obreros periféricos, como Las Ventas de Nava, surgido al socaire de la carretera León-Collanzo, que nunca llegó a ese destino, y el ferrocarril de vía estrecha.
Para atender las necesidades espirituales de esa grey, por lo común más descreída que las clases acomodadas, se levantó a comienzos del segundo cuarto del siglo XX una modesta y delicada iglesia dedicada a la advocación de San José, el obrero del panteón cristiano, en estilo neomudéjar.
El termino mudéjar fue acuñada por José Amador de los Ríos -hermano mayor de Demetrio de los Ríos, restaurador de la Catedral- en torno a 1860 para definir a la arquitectura que se desarrolló en la península Ibérica durante la Baja Edad Media, caracterizada por su continuidad con la arquitectura hispano-musulmana, principalmente en el elenco de materiales (ladrillo, yeso, etc.) y el repertorio decorativo.
El neomudéjar es una rama castiza del historicismo, escuela de pensamiento que llega a España en la segunda mitad del siglo XIX y busca sus modelos en el pasado aunque, paradójicamente, fue propugnada por teóricos de ideología liberal (la decimonónica, no la del siglo XXI) con base a dos motivos: se trataba de un estilo histórico y nacional, específico de España, sin paragón en otros países europeos, y expresaba un principio de tolerancia, como síntesis de dos culturas diferentes, cristiana y musulmana.
Descripción y análisis
S. José de las Ventas es un proyecto tardo-neomudéjar, si es que así puede decirse así, de un arquitecto maduro -61 años y 36 de ejercicio profesional-, originario de Sahagún, es decir, de la localidad leonesa que atesora la mejor colección de edificios mudéjares, las iglesias de San Tirso, San Lorenzo y la Peregrina.
Sin embargo, Torbado no se inspiró en los modelos que tenía mas cerca sino que recurrió a referencias toledanas o incluso al neomudéjar madrileño, principalmente en la decisión de ubicar la torre sobre la entrada, aunque no falta alguna cita facundina en los hastiales del crucero.
Ya a finales de la tercera década del siglo XX, el edificio nacía muy viejo conceptualmente, porque el historicismo había agotado su ciclo un cuarto de siglo antes, como mínimo, si bien es cierto que en ese momento la arquitectura religiosa no tenía un horizonte nítido
El templo es más bien pequeño (37 m de largo por 18,50 m en el transepto). Tiene planta de cruz latina, rematada con un ábside orientado siguiendo las normas litúrgicas, es decir, con el presbiterio a naciente. Está techado con bóvedas de arista y una cúpula semiesférica en el crucero, probablemente de ladrillo.
El exterior es mucho más lucido, principalmente por la primorosa ejecución de la fábrica de ladrillo a cara vista, empleado en las zonas más destacadas del edificio, como la fachada principal o la torre, con toda su panoplia de elementos y motivos decorativos: arcos ojivales, de herradura, y entrecruzados; paños en esquinilla -ladrillos girados 45º-, canecillos escalonados, etc.
En general, los muros son de fábrica de mampostería de canto rodado, encintada con fajas de hiladas ladrillo, en una especie de cita a la arquitectura popular aguas arriba del Torío.
La componente icónica, inherente a todo inmueble dedicado al culto religioso, se condensa en la torre, elegante, esbelta y de refinada factura, coronada con un alero muy pronunciado
La estampa general de la iglesia habría conservado mejor su carácter primigenio si se hubiera mantenido en la cubierta la teja árabe. Del mismo modo, en el interior, un zócalo de material plástico imitando madera no ayuda precisamente a ennoblecer el espacio. Y por fuera, en su trasera, el apeadero del hipotético tranvía introduce una nota discordante no necesariamente inevitable; hubiera bastado un tratamiento específico, más atento al contexto.
De todos modos, funcionalmente cumple más que satisfactoriamente su cometido, con una temperatura razonable en el periodo invernal, posibilidad de acceso sin barreras arquitectónicas y una capacidad adecuada al tamaño de la feligresía.
Bibliografía
M. SERRANO LASO: La arquitectura de León entre el historicismo y el racionalismo. 1875-1936, Universidad de León, León, 1993, pp. 101, 104, 181