GRAN AVENIDA

Promotor/es: 
Ayuntamiento de León
Fecha del proyecto: 
1960
GRAN AVENIDA
GRAN AVENIDA
Tramo entre Pz Sta. Ana y C/ Juan XXIII

Introducción

Entre 1930 y 1960 la ciudad de León experimenta un notable incremento demográfico, de 30.000 a 73.000 habitantes, aproximadamente.  Este crecimiento no se repartió de modo homogéneo sino que se concentró en parcelaciones privadas situadas en la entonces periferia (66%), frente al Ensanche (27%), el casco antiguo (2%) o los barrios de autoconstrucción (5%).
A principios de los años 50, en respuesta a esta marea de urbanismo espontáneo, el Ayuntamiento emprende un tímido intento de regular el crecimiento urbano mediante dos medidas: elaboración de trazados indicativos con intención de armonizar el resultado global de las parcelaciones privadas; y aprobación en 1953 de unas Ordenanzas de Construcción que firma el arquitecto Luis Aparicio Guisasola en el papel de Alcalde, sancionadas definitivamente en 1954.
Estas ordenanzas del 1953 abordan principalmente la apertura de calle particulares y parcelaciones, la altura de los edificios en función de la latitud de la calle a la que dan fachada, la  infraestructura de alcantarillado y las condiciones mínimas de habitabilidad.
Las calles particulares se definen como “aquellas que no figurando en los planos generales de ordenación urbana, abran los propietarios de terrenos más o menos extensos, para la bonificación de sus solares”. Para hacer una parcelación se exige que la finca ocupe la totalidad de la manzana.
También se plantea la posibilidad de construir y parcelar, con determinadas condiciones, aunque el Ayuntamiento no haya abierto una calle “oficial”.
Este fenómeno de desarrollo urbano desordenado no era privativo de León, ni mucho menos y, con la intención nominal de encauzarlo, el régimen franquista promulgó en 1956 la Ley del Suelo, basada en el enunciado de que la evolución de las ciudades había de sujetarse a un plan global que no dependiera necesariamente de los intereses e iniciativas de los propietarios de terrenos. No obstante, ya se sabe que de las palabras a las obras media una gran distancia.
Este nuevo marco legal y conceptual animó a la corporación municipal a redactar un Plan General de Ordenación Urbana que finalmente se aprobó en 1960, con un horizonte de 250.000 habitantes en 2000 y organizado bajo un principio de zonificación apoyada en la red viaria.
En las áreas consolidadas (242 Ha) y las parcelaciones ya aprobadas (118 Ha) el Plan General  propugnó la aplicación directa de las ordenanzas de 1954, dando vía libre a la densificación y la carencia de equipamientos que todavía hoy se arrastran. Para suelo residencial se preveían 396 Ha a desarrollar mediante Planes Parciales y 418 Ha para suelo industrial, principalmente localizadas en la margen derecha del Bernesga.
A su vez, destacaban dos operaciones de reforma interior, con la supresión de todas las construcciones adosadas a la muralla y la ampliación de la vía de ronda que circunvala el recinto histórico, por una parte, y el traslado de la estación término del ferrocarril de La Robla a la zona que actualmente ocupa la universidad.

Historia

Como no podía ser menos en la época de su aprobación, el Plan General otorga una gran importancia el trazado de la red viaria, que se jerarquiza, dando a las calles que discurren en la dirección N-S un protagonismo principal. También se diseña una ronda de circunvalación que viene a completar el tramo avanzado en la década de 1940 (calle Fernández Ladreda).
Entre los viales previstos destaca la llamada “Gran Avenida”, que va desde la glorieta de Santa Ana hasta la carretera León-Collanzo, entroncando en el cruce de donde sale el ramal de subida a los hospitales. Decía la Memoria: “(...) se proyecta una Gran Avenida con una anchura total de 60 metros distribuidos de la siguiente forma: Una calzada de 28 metros de seto principal de separación; una zona verde de 10 metros a ambos lados de la calzada, y a ambos costados de estas zonas verdes, vías de acceso a edificios de 4 metros de ancho; y por último, unas aceras de 2 metros. Esta vía tendrá aproximadamente unos 700 metros de longitud, evitándose en ella cruces de otras vías secundarias”.
Su trazado era aproximadamente rectilíneo, atravesando los barrios de El Egido, San Lorenzo y San Mamés, aunque se quebraba suavemente en el primer tercio de su recorrido con objeto de separarse del ábside de la Catedral. Conceptualmente, se planteaba como un eje urbano destinado a articular toda la parte oriental de la ciudad donde se había concentrado una buena parte de la expansión urbana desde la Guerra Civil. Sin embargo, el Plan General no proveía de las herramientas técnicas y jurídicas para la materialización de esta propuesta, que entraba en conflicto con operaciones urbanísticas recientes.
Entre 1960 y 1975, la población de la ciudad creció un 57%. La expansión urbana consiguiente se materializó a espaldas del Plan General puesto que la mayor parte de las promociones se localizaron en las zonas de aplicación directa de las ordenanzas de 1954, eludiendo las obligaciones de urbanización y cesión. De hecho, en 1969 se intentó sustituir por un Plan Comarcal, encargado a la sucursal española de la consultoría Doxiadis, muy reputada internacionalmente, pero que fue  abandonado en 1972 tras la aprobación de un Avance.
En 1967 el Ministerio de Obras Públicas acometió un proyecto de “red arterial” que eludía la  Gran Avenida. Aún así, fue replanteada sobre el terreno en 1970 tras reducir su anchura total de 60 a 30 m, redactándose los correspondientes planos de trazado con indicación de las afecciones.
A partir de esa fecha se materializaron cuatro retazos:
-    Avenida Reino de León, en dos tramos discontinuos entre los que se interpone un grupo de viviendas bajas del Egido (2 lados).
-    En San Mamés, la calle Jovellanos entre las transversales Valencia de Don Juan y Alfonso VI (1 lado).
-    En Avenida de Nocedo a la altura de la Bolera (1 lado) y a continuación una franja entre las calles San Rafael y Padre Risco (2 lados) que se estrella contra un vacío donde antiguamente estaba el campo de fútbol de San Mamés.
De todos modos, a esas alturas la Gran Avenida era únicamente una operación lucrativa para levantar edificios de 10 plantas en contraste con los inmuebles circundantes, bastante más pequeños.
Esta discordancia da lugar a situaciones muy desafortunadas como la emergencia de cerramientos laterales y traseros desde muchos puntos de vista, estrangulamientos absurdos y finales de perspectiva desproporcionados.
En una metáfora médica, este pseudovial es una herida abierta en los tejidos urbanos que necesita cicatrizar. En los últimos tramos de San Mamés se ha conseguido paliar su impacto con una calle  peatonal arbolada en Jovellanos, espacios ajardinados o recreativos en la avenida de Nocedo y una franja ajardinada entre San Rafael y Padre Risco.
Lamentablemente en los dos tramos de Santa Ana prevalece la función de estacionamiento de vehículos, paliada en uno de sus extremos por un jardincillo.
Con ganas, imaginación y no mucho dinero, la Gran Avenida, esa iniciativa inmobiliaria disfrazada de infraestructura viaria, podría reconvertirse para dotar de hitos urbanos a zonas de la ciudad necesitadas de contrapuntos que las rediman, al menos en parte, de la vulgaridad monótona.

Bibliografía

ANTONIO T. REGUERA RODRÍGUEZ: La ciudad de León en el siglo XX. Teoría y práctica en el urbanismo local, Colegio Oficial de Arquitectos de León, León, 1987.

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