Introducción
Aunque hoy parezca insólito, cuando se proyecta este edificio los arquitectos municipales no eran incompatibles para trabajar en el término municipal donde desempeñaban esa función. Aún siendo legal, da la sensación de que Isidoro Sáinz-Ezquerra barruntaba que esa práctica no era muy ortodoxa pues hay que buscar detenidamente su nombre en el proyecto hasta que por fin lo encuentras en una pequeña firma al pie de los planos.
Descripción y análisis
El desdoblamiento de una misma promoción en dos edificios gemelos era una práctica habitual cuando el tamaño de la parcela resultaba excesivamente grande para el esquema ordinario de escalera central y dos viviendas por planta. En este caso, al tratarse de dos socios, se optó por la solución más directa de subdividir parcela e inmueble en dos partes prácticamente iguales.
La planta se organiza en 5 crujías paralelas a la calle que totalizan un fondo de 21 m, con un patio de luces de 6,00 x 4,50 en la crujía central, y la caja de escalera en la segunda. La distribución es perfectamente simétrica, salvo un pequeño ajuste a la linde lateral en uno de los extremos traseros, para un tipo de vivienda de tres piezas vertiendo a la fachada principal; cocina, despensa, baño, retrete, ropero, tocador y dos alcobas en la franja interior; comedor y una habitación mirando al patio trasero. Tanto la disposición y tamaño de las estancias como el desarrollo de los pasillos rezuma una concepción anticuada del espacio doméstico que incluso se trasluce en el grafismo de los planos. Llama la atención que la cocina sea la dependencia más grande y que la discordancia entre el número par de piezas en la primera crujía y el impar de huecos en la fachada se resuelva con torpeza dando al balcón central una posición excéntrica vista desde el interior.
En vertical el proyecto proponía un zócalo de bajo comercial y entresuelo de oficinas, tres niveles de viviendas tipo y un cuarto bajo la cubierta, con viviendas más pequeñas, que en la realidad acabó equiparándose a las demás.
La fachada exhibe un estilo historicista muy ornamentado, al gusto ideológico de la posguerra, tendencia en la que Saínz-Ezquerra -arquitecto veterano- se encontraría mucho más cómodo, después de las veleidades modernizantes de la década anterior. La composición es vertical, pautada por los cuerpos volados y las pilastras de los flancos. En este orden gigante se insertan los huecos, dispuestos ordenadamente y enfatizados con recercados poderosos y profusamente decorados. A esta geometría se añade la combinación de dos acabados: ladrillo a cara vista colocado a tizón en los lienzos ordinarios y revoco pétreo para el zócalo y toda la amplia panoplia de elementos singulares.
La cornisa acusa la curvatura de los cuerpos volados y se corona con frontispicios, guirnaldas y pináculos que atienden con eficacia a la posición conspicua del edificio, en el frente fluvial visible desde el puente que atraviesa el río Bernesga.