EDIFICIO MATA ESPESO

Arquitecto/s: 
Varios
Promotor/es: 
Emilio Fernández Pérez
Aparejador/es: 
José Antonio Zabala López
Fecha del proyecto: 
1977
Presupuesto: 
29.387.199,35 ptas
C/ Ordoño II nº 3
EDIFICIO MATA ESPESO
Fachada
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Introducción

El final de la década de los 70 del siglo XX marca un viraje radical en la imagen de los edificios de vivienda. Con el respaldo teórico del llamado post-modernismo, se abandona la concepción de las fachadas como piezas escultóricas basadas en la abstracción de sus elementos más reconocibles, en favor de composiciones figurativas, que vuelven a la dialéctica vano-macizo, retomando la estela de sus antecesores premodernos.
Este edificio ejemplifica un modo muy interesante de abordar una faceta esencial de la arquitectura -la formalización de las fachadas-, que luego no ha tenido continuidad, incluso después de que el post-modernismo se desvaneciera por puro agotamiento. No siempre las tendencias siguen una ley pendular.

Descripción y análisis

Las características geométricas de la parcela -9,8 m de frente de fachada y 30 m de fondo-, unidas a las exigencias de la normativa sobre la obligatoriedad de verter luces hacia la vía pública, imponían de facto que cada planta albergara una sola vivienda. Con tan exigua medida, no había margen suficiente para que dos viviendas se asomaran sobre la calle de una manera airosa.
Tal circunstancia orientaba necesariamente la promoción inmobiliaria hacia la “gama alta”, por emplear un símil automovilístico, opción que era factible gracias a la localización céntrica del solar, y las preferencias de las capas sociales más acaudaladas que, todavía, no se planteaban la opción del “chalet” en la periferia suburbana.
De acuerdo con este factor, el programa funcional de la vivienda es muy holgado, con una superficie útil de 230 m2, y se estructura en tres zonas: estancias comunes en la parte delantera, cocina, oficio y dormitorio de servicio en el centro, dormitorios al fondo. Estas dos últimas se disponen en torno a sendos patios interiores de dimensiones relativamente generosas -lado menor respectivo de 4,8 m y 6,25 m- aunque, tal vez, demasiado profundos para proveer a las plantas inferiores de un grado aceptable de iluminación natural.
La parte delantera se compone de comedor, salón y sala, comunicados entre sí mediante puertas correderas que ofrecen la posibilidad de obtener un espacio fluido que acumula una superficie de 67 m2. Para cumplir las ordenanzas urbanísticas, el volumen del edificio se escalona en las dos plantas superiores, reduciendo sucesivamente la dimensión de esta zona -estrategia factible por la generosa dotación del modelo de partida- mientras que el resto del programa de cocina, oficio y habitaciones, se mantiene tal cual.
La planta primera se destina a oficinas y el sótano a local comercial, comunicado con la calle a través de una escalera encajada en un angosto zaguán de proporciones cicateras, seguramente para arañar hasta el último centímetro cuadrado susceptible de venta en la planta baja, y que da acceso al portal del edificio sin la dignidad que podía esperarse de un inmueble que alberga viviendas de lujo.
La comunicación vertical está desdoblada en dos: un ascensor, junto a la entrada, y una escalera de servicio y un montacargas al fondo. Alguno de los informes técnicos emitidos en el trámite de licencia de obras expresaron ciertas reticencias a la solución de ascensor aislado, huérfano de una escalera que pudiéramos denominar principal, más por la fuerza de la costumbre que por razones objetivas.  Sin lugar a dudas, la fachada es el elemento más notable del edificio, sometido a dos condicionantes  inexcusables: la orientación casi a Norte, con una ligera deriva hacia poniente, y una proporción muy esbelta de 3 a 1, en la relación alto-ancho. En esa tesitura los autores optaron por concebir  el alzado como si fuera una hoja de papel arrugada por efecto de la presión lateral, que da lugar a una serie de pliegues verticales, interrumpídos rítmicamente por las franjas horizontales de terrazas y ventanas. La composición resultante ofrece un carácter eminentemente plástico, con vocación escultórica, en una línea que cabría de calificar como expresionista.
En el aspecto material, la fachada está constituida por paneles ligeros de un color ceniciento, muy oscuro, que confieren al edificio una apariencia mineral, de acantilado volcánico que, para redondear el efecto perseguido, de recreación telúrica, precisaría de una mejor colaboración de los vecinos en el cuidado de la vegetación arraigada en las jardineras, rala e insuficiente a día de hoy. Mucho peor resulta la desconsiderada superposición de un rótulo publicitario que, para más inri, se remite al arte y la naturaleza.
Tampoco ha corrido buena suerte un mural cerámico, obra de Paco Chamorro, instalado en el zaguán, sobre la escalera descendente al sótano, que pasa desapercibido entre el marasmo señalético y no alcanza a redimir este espacio tan poco afortunado, aunque probablemente era una tarea imposible.