EDIFICIO JARDÍN

El solar es un rectángulo entre medianeras con una superficie de 534 m2, 17,7 m de ancho, 29,5 de fondo, y frente a la fachada fluvial del Ensanche, lo cual significa una orientación a poniente y amplísimas vistas panorámicas que abarcan desde las estribaciones de la cordillera Cantábrica hasta las llanuras del Páramo. Esta privilegiada ubicación es el factor determinante del proyecto pues, como dice textualmente la memoria, “se concibió así la idea de dar un carácter a la construcción que conjugara, en sus máximas posibilidades, esta vista natural perenne y la zona noble de cada vivienda: salones, biblioteca y estar-comedor. Y fruto de ello fue la concepción de una amplia terraza-jardín realmente utilizable, que sería un ambiente exterior-interior intermedio que prolongaría el paisaje natural hasta la misma vivienda”.
Junto con este planteamiento rige una concepción estética tendente a asimilar la fachada del edificio con formas, texturas o elementos ajenos a la esfera antrópica, como si no fuera un artificio. Este propósito se consigue con la combinación del hormigón desnudo, tratado como si fuera una roca, y la vegetación plantada en las jardineras, de donde le viene el nombre.
Por lo demás, el edificio es bastante convencional con un aprovechamiento exhaustivo del solar mediante una compacta planta, que sólo libera la superficie imprescindible para la iluminación de las estancias interiores, y un desarrollo en altura desmedido, con doce pisos y un ático (dos menos de los solicitados inicialmente) cuya desproporción con los colindantes es tan patente que el texto de concesión de la Licencia municipal aconseja “con el fin de obtener mejor efecto estético en las medianeras(..) se decoren éstas en las mejores condiciones, similares a las exigidas para las fachadas”. No se hizo nada, aunque tampoco hubieran servido de mucho esos paños calientes, como demuestra la torpe y desmañada emergencia del enorme volumen en la silueta urbana desde la orilla opuesta del río Bernesga o, aún peor, en la estrecha calle Modesto Lafuente (12 m de ancho) sobre la que se asoma con una medianera gigantesca.
La planta tipo, del piso 1º al 8º, es simétrica, con dos viviendas iguales, de considerable superficie útil (195 m2) que se descompone según el modelo residencial para las clases adineradas en tres zonas: una enorme área de estar en las crujías delanteras, que incorpora la terraza ajardinada, una zona de servicio (cocina y dormitorio individual) y una tira de habitaciones rematada con la matrimonial, dotada de baño propio. Aunque muy profunda, la zona de día sólo se ilumina desde la terraza mientras que las dependencias restantes vierten a sendos patios laterales.
A partir del piso 10º el volumen se escalona con la consiguiente reducción progresiva de la zona de día. Como la posición de la caja de escaleras y el hueco de ascensores es inamovible, las plantas resultan cada vez más forzadas hasta que en la duodécima el acceso a la vivienda se efectúa directamente a través de un reducido salón cuyas exiguas dimensiones contrastan con la amplitud de la azotea adjunta.
El alzado tiene una proporción muy esbelta. Las jardineras en vuelo forman una serie de franjas horizontales de hormigón desnudo que dejan en un segundo plano, casi invisible desde la calle, el cierre acristalado del salón, que únicamente aflora en los extremos en forma de una ventana enrasada con el plano de fachada. Es en estos elementos donde se hace más patente la desafortunada sustitución de las carpinterías originales por otras lacadas, que destacan excesivamente. En el capítulo de intervenciones perjudiciales se lleva la palma el cierre de las azoteas superiores que desvirtúa de raíz la concepción original aunque, visto el nivel de alteración de la mayoría de los edificios de la ciudad con fachadas a base de terrazas, el estado de conservación general merece un juicio relativamente satisfactorio.