Introducción
El promotor, Miguel Pérez, era el principal industrial carpintero de la ciudad, que optó por dedicar a fines más lucrativos una parte de la enorme parcela en la que tenía el taller así como su propia vivienda, con entrada por la calle Suero de Quiñones.
La licencia municipal consta de dos partes porque inicialmente se solicitó autorización para construir los cimientos con el argumento de “no despedir a los obreros mientras se tramita la concesión de este permiso”.
La adscripción cronológica del edificio no sólo se materializa en su aspecto exterior sino también en sus interioridades más profundas pues “con sujeción a lo dispuesto en el Decreto de la Presidencia del Gobierno de 23 de julio de 1943" incluía dos refugios antiaéreos que se definen en la memoria del proyecto con prolija exhaustividad, destacando entre sus distintas características el techo de losa de hormigón armado calculada para resistir una colosal sobrecarga de 3.200 kg/m2, equiparable al peso del edificio en forma de escombro. Probablemente pesaba sobre el legislador los efectos de los despiadados bombardeos sobre la población civil que sucedían en ese mismo momento con motivo de la conflagración mundial, e incluso los ensayos previos desarrollados durante la guerra civil por sus aliados alemanes e italianos.
Descripción y análisis
Sobre una parcela muy grande, de 1.368 m2 y frente de fachada con un desarrollo de 30,75 m, se levanta un conjunto de dos edificios gemelos, con un fondo de 19 m dividido en cinco crujías paralelas a la calle. Quedan sin construir 5 patios de luces ubicados en el centro de la franja edificada y un gran patio trasero de 730,49 m2 que 7 años más tarde se ocupó con un edificio de 4 viviendas de planta baja y en hilera, sorprendentemente autorizado por el Ayuntamiento.
Las viviendas, dos por planta y escalera, son todas iguales, de 5 habitaciones, salita (denominada “costura”), cocina, despensa, baño, aseo y vestíbulo. Se organizan situando en las crujías intermedias las estancias de servicio y las habitables más pequeñas, con la particularidad de que el comedor se localiza en la crujía trasera, mirando hacia el patio bajo el criterio de que el asoleo es preferible a las vistas sobre la calle, que en aquel momento era una transitada carretera en dirección a Asturias.
El edificio ofrece una imagen severa, clasicista, al gusto de la ideología imperante por la fuerza de las armas. El alzado se compone en vertical, mediante una serie de esbeltas pilastras fingidas -no se corresponden con ningún elemento estructural- que enmarcan columnas de vanos, todos iguales, remarcados por un recercado de la misma tónica estilística. Al contrario de lo previsto en el proyecto, la última planta recibe un tratamiento especial, cambiando los dinteles por arcos de medio punto además de una imposta al nivel del forjado de suelo. De este modo se configura la clásica división tripartita del edificio, aunque otra vez se trata de un recurso simulado pues esta planta superior es igual a las otras.
En su constitución material exhibe un carácter noble, principalmente por la elegante sillería de la planta baja e incluso el ladrillo a cara vista de los lienzos de la fachada, que en aquella época de penurias no estaba al alcance de todo el mundo. Los forjados y el esqueleto de la cubierta se construyeron con tablón de madera de chopo, probablemente a causa de la escasez de cemento y acero aunque sin duda ayudaría a esa elección que el promotor se dedicara a la carpintería.