Introducción
Tanto la documentación como la cronología administrativa transmiten una sensación de cierta inseguridad dubitativa. Así, entre la redacción del proyecto y la solicitud de licencia transcurre más de un año y la planta principal se plantea sin asignación funcional clara, “para usos industriales o de vivienda según en el momento de la construcción se determine”. También sorprende la carencia del plano de alzado en la documentación que se presenta en el Ayuntamiento, y que éste reclama, cuando la definición de la fachada es uno de los aspectos ineludibles en ese trámite.
Mueve a la reflexión el hecho de que, cinco años antes, el mismo arquitecto proyectara, aunque haya sido en colaboración, la contigua casa Arriola. Poco tiempo para un viraje tan radical, del expresionismo horizontal, curvilíneo y volátil al clasicismo indeleble, vertical y severo.
Descripción y análisis
Con una estrategia similar a la seguida en la casa Roldán, tres décadas antes, esta promoción inmobiliaria se concibió desde el principio dividida en dos inmuebles gemelos.
Partiendo de una parcela que ofrecía condiciones óptimas, con forma perfectamente rectangular, 44,5 m de fachada y 27 de fondo, el arquitecto se dispuso a obtener el máximo aprovechamiento posible, y bien que lo consiguió. Salvo una franja trasera de tres metros de ancho y cinco pequeños patios de luces, el edificio ocupa la totalidad del solar mediante un esquema de 5 crujías paralelas a la fachada que totalizan un fondo construido de 24 m.
Sobre esta base se dispone una tupida compartimentación en 6 viviendas por planta (3 en cada edificio) con un programa funcional de 6 habitaciones, vestíbulo, cocina, despensa, baño, aseo y ropero. Esta distribución se rige bajo el principio igualitario de que cada vivienda tenga dos estancias habitables mirando a la calle. Si a esta exigencia se suma la posición de la escalera en la crujía de atrás, y la agrupación de las dependencias de servicio en torno a los patios de luces, se obtiene como resultado inevitable unos pasillos tan estrechos como interminables, sin iluminación natural ni un mísero ensanchamiento que anime algo la monotonía de estos deprimentes corredores.
La fachada exhibe un clasicismo monumental y solemne, acorde con las preferencias ideológicas del régimen político imperante. Esta imagen se consigue mediante un repertorio de elementos exclusivamente decorativos que conforman el típico esquema tripartito, ayudados por la combinación de los dos acabados canónicos del momento: el ladrillo a cara vista y un revoco “a la catalana” de color grisáceo y aspecto pétreo. Son protagonistas absolutos del alzado unas poderosas pilastras acanaladas y la serie de ménsulas en la planta superior, intercaladas entre los vanos. Ambos elementos conforman un orden arquitectónico gigante que aminora la relevancia a efectos compositivos de la cuadrícula de ventanas, bastante vulgar, por lo demás.
El plano de alzado incluido en el proyecto no preveía el ropaje decorativo. Una simple comparación entre la idea inicial y el resultado final demuestra que la desnudez bella sólo está al alcance de algunos edificios excepcionales, como también sucede con las personas.