Introducción
En 1922 el arquitecto bilbaíno Federico de Ugalde proyecta, por iniciativa de las hermanas Dionisia y Teresa González Roldan, un edificio de almacenes, compuesto de planta baja y sótano, ocupando lo que ahora son dos solares diferentes: Legio VII nº 5 e Independencia nº 1. Los protagonistas son los mismos de la vecina casa Roldán, empezada al alimón, y ambos edificios comparten la característica de que su estructura portante es de hormigón armado, técnica incipiente por entonces, que Ugalde había aprendido en Francia.
Veintitrés años más tarde, una de las hermanas encomienda a Francisco J. Sanz el comprometido encargo de levantar cinco pisos más sobre la parte del inmueble con fachada principal a la calle Independencia, sin alterar la configuración de la planta baja, que estaba en arriendo para usos comerciales, y aprovechando los pilares que, por lo visto, se habían dimensionado bajo una previsión de este orden y, ciertamente, aparecen representados en los planos con la misma posición.
No debió ser tarea fácil aunque la documentación administrativa del expediente no refleja ninguna contingencia y, ni siquiera, un contenido documental más exhaustivo, en consonancia con la complejidad de un recrecido que aumenta cargas y acciones en una proporción tan considerable.
Descripción y análisis
La disposición en planta, con dos crujías y la escalera alineada con el eje de la fachada, encaja muy eficazmente con la disposición de los pilares heredada del inmueble anterior, como si su diseño ya previera esta operación de realce.
De los cinco pisos, en los tres inferiores dedicados a oficinas no se define la compartimentación, que irá ejecutándose “con mamparas de madera o tabiques” según avance su ocupación. Los dos de arriba albergan cuatro viviendas, un par por cada nivel, con un generoso programa funcional de vestíbulo, seis dormitorios, comedor, cocina, despensa baño y retrete. Las correspondientes al lado de la calle Legio VII tienen además un salón en la esquina, de 26 m2, aunque prácticamente imposible de amueblar porque su perímetro está horadado por tres puertas y otras tantas ventanas.
En el proyecto, los alzados juegan al despiste desde el punto de vista funcional pues no traslucen la diferencia de usos. Oficinas y viviendas comparten la misma disposición de huecos que sólo en la planta superior reciben un tratamiento ornamental diferente por simples motivos estilísticos, al objeto de configurar una franja de remate en la coronación. Durante la obra se modificó el diseño inicial, disponiendo una entreplanta de vanos más grandes, expresión indirecta de la estructura de hormigón armado, que reincide en el equívoco, pues da a entender que sólo en este nivel se dan usos terciarios.
La estampa del edificio se caracteriza por el redondeo de las formas que se hace patente en los voladizos, la esquina y los motivos decorativos de la planta de cornisa. A este rasgo se añade un poderoso frontispicio en la intersección de las dos fachadas, estrictamente simétrico y compuesto de dos peltas laterales, escoltadas por pináculos, y un gran telón central dotado de tres nichos ocupados por otros tantos jarrones. Tal despliegue tiene bastante de arbitrario porque no hay ninguna perspectiva urbana desde la que se haga patente.