Introducción
Nueve años después de que F. Javier Sanz proyectara el edificio C/ Independencia nº 1, otro arquitecto -Luis Aparicio- diseña para un promotor diferente el edificio contiguo y toma la insólita y encomiable decisión de seguir fielmente las trazas compositivas y ornamentales de la fachada vecina, con objeto de conseguir un alzado unitario que abarque la totalidad del frente de la manzana a la calle Independencia. Puede que a esta decisión cooperara la convincente estampa obtenida por Sanz, siempre muy eficaz en la resolución de la imagen pública de los edificios, máxime cuando la moda estilística, acorde con las tendencias ideológicas, enfilaba hacia un clasicismo con nítida voluntad monumental, en clara sintonía con sus propios gustos.
El siglo XX, como el actual, fue propicio al mito romántico del creador individual que idea nuevas y revolucionarias formas sin más apoyo que su libérrima inspiración, en lucha permanente contra los condicionantes de toda clase que la ahogan. También este tópico impregnó la interpretación social del papel del arquitecto, al que por momentos se le otorgó una condición demiúrgica. Y hubo unos cuantos que se lo creyeron.
Sin embargo, esta modesta experiencia provinciana nos muestra las bondades de un proceso radicalmente opuesto a esa idealizada concepción. Aquí, tres arquitectos se suceden y, como eslabones de una misma cadena, sus respectivas intervenciones forman parte de una obra colectiva que va materializándose progresivamente a lo largo de tres décadas, gracias a la voluntaria asunción de las propuestas precedentes por parte del que viene a continuación. A la vista del resultado, claramente beneficioso para el paisaje urbano, cabría interrogarse si este voluntario despojamiento del prurito de la autoría reconocible debiera instituirse como obligada norma de conducta.
Descripción y análisis
Podría decirse que la copia mejora el original por dos motivos. El primero, la correspondencia entre la composición de los alzados y la disposición funcional pues el entresuelo, con huecos diferentes, se dedica a oficinas mientras que las plantas superiores son de vivienda. En segundo lugar, el frontispicio curvo de la esquina, ligeramente simplificado respecto del original pues sólo tiene un nicho, es visible desde la lejanía, tanto en la calle Burgo Nuevo como en la calle Independencia.
Por lo demás, el proyecto se ajusta a los cánones de la época, con una planta de dos crujías, la escalera adosada por detrás en el eje de la bisectriz de la esquina entre ambas calles, dos viviendas por nivel con el típico programa funcional en el que no hay ninguna dependencia habitable netamente diferenciada, de modo que resultan intercambiables.
En suma, Aparicio no se complicó la vida y precisamente en ese espíritu práctico radican las virtudes del edificio.