Introducción
A principios del siglo XX, surgió la necesidad de dotar a los servicios públicos de telegrafía y correo postal de unas sedes acordes con su creciente implantación, partiendo de un marco de orfandad tipológica. Surge entonces la propuesta de los Palacios de Comunicaciones que ya en su propia denominación denota una condición contradictoria entre la tendencia al boato del contenedor y la modernidad del contenido.
La manera en que se gestionó el encargo del proyecto es muy ilustrativa de esa mentalidad. En agosto de 1911 la Gaceta de Madrid anunció un concurso nacional, bajo la premisa de que las propuestas debían recurrir a estilos históricos característicos de la provincia. A su vez, definía una composición del Jurado imposible de lograr, con cuatro arquitectos autóctonos que sencillamente no había. Hubo que echar mano de Amós Salvador, que cumplía este requisito, además de ser diputado a Cortes por la provincia, en razón de su vinculación por vía conyugal, ya que estaba casado con una Álvarez Carballo.
Tanto despliegue no tuvo una contrapartida proporcional pues sólo se presentó un anteproyecto, firmado por Manuel de Cárdenas, que afrontaba el desafío de la vecindad con la Catedral recurriendo al empleo profuso de motivos heráldicos y referencias a elementos propios de castillos medievales. Afortunadamente, Cárdenas reelaboró la propuesta inicial, reduciendo el número de columnas de vanos por alzado así como la mayor parte de la parafernalia decorativa. También eliminó un chapitel muy poco afortunado que coronaba el torreón de la esquina.
En ese momento, la carrera de Cárdenas se encontraba en una fase de transición estilísticamente dubitativa que se cierra dos años más tarde cuando proyecta el edificio Ciriaco en el neo-barroco centroeuropeo que le catapultará como principal arquitecto de la ciudad.
La obra fue lenta y la entrada en servicio no se produjo hasta 1918. Tras la construcción de la nueva sede de Correos (proyecto de Alejandro de la Sota, 1981), la Diputación Provincial adquirió el edificio acondicionándolo para uso administrativo mediante una remodelación (1991) que alteró principalmente el patio de operaciones de la planta baja.
Descripción y análisis
La parcela es el producto de la adquisición y derribo de dos casas por parte del Ayuntamiento para su posterior cesión al Estado. Tiene una superficie de 824 m2 y forma compleja, con una parte delantera regular y otra más enrevesada en el interior de la manzana.
La disposición en planta del edificio, que suma 1.700 m2 construidos sobre rasante, se adapta a esa configuración mediante una forma de anillo en torno a un alargado patio central, dos alas regulares hacia la plaza de Regla y la calle Cardenal Landázuri con un fondo de 6 m, mientras que los lados restantes se amoldan, como pueden, a la irregularidad del perímetro con el auxilio de dos pequeños patios de luces.
Lo mas destacado del edificio no está dentro sino en el exterior, donde se recurre a un lenguaje arquitectónico que muestra evidentes deudas con el edificio de Botines, proyectado por A. Gaudí veinte años antes. Tres son las concomitancias principales: la fábrica de sillería almohadillada y rugosa de piedra caliza del país, la cubierta de faldones de pizarra con inclinación pronunciada y la colocación en la esquina de un torreón si bien, en este caso, más pesado, arrancando del suelo.
La composición es netamente vertical y rítmica, pautada por unos pseudo-contrafuertes. También juega su papel ordenador la simetría, enfatizada en cada fachada con dos columnas de vanos que se resaltan mediante un hueco diferente en la planta segunda, en forma de balcón con arco de medio punto, y el peto de coronación sobresaliente. A su vez, el torreón marca un eje simétrico diagonal.
Estos recursos geométricos están arropados con múltiples detalles en la ejecución de los pormenores de la fachada como el recorte de los salmeres en los ventanales de la planta baja, las ventanas bíforas superiores o la cornisa imitando los matacanes de la arquitectura militar. A esto se añade el programa heráldico, de corte historicista, con los escudos de los reinos medievales peninsulares, incluyendo el de Castilla.
El torreón que manifiesta por proporción y diseño, con vanos más pequeños, la clara vocación de pertenecer a un castillo, estuvo rematado por una torreta de telecomunicaciones que contribuía a acentuar su prestancia. Hoy queda un poco chato, incapaz de resistir la imponente proximidad de la mole catedralicia. Subyace en el fondo la duda sobre la conveniencia de levantar tímidamente la cabeza ante un vecino tan poderoso.
Bibliografía
E. ALGORRI GARCÍA; R. CAÑAS DEL RÍO; F. J. GONZÁLEZ PÉREZ: León. Casco Antiguo y Ensanche. Guía de arquitectura, Colegio Oficial de Arquitectos de León, León, 2000, pp. 70-71