Introducción
En la propuesta ganadora del concurso público convocado en 1896 para la ordenación del Ensanche de la ciudad, el viario tenía un trazado resultante de la superposición de una red de grandes ejes diagonales y una retícula que adoptaba como referencia la Gran Vía de San Marcos de tal modo que las bocacalles acometían a Ordoño II de manera oblicua con una desviación aproximada de 45º.
Desde el mismo momento de su aprobación en 1094, el proyecto de Ensanche se vio sometido a modificaciones constantes, alentadas por los propietarios de los solares de la zona en favor de sus intereses particulares. El primer y más importante capítulo de este proceso consistió en el cambio de orientación del viario en el área de influencia de la calle Ordoño II a fin de convertir en ortogonales las intersecciones, eliminando los chaflanes, medida que implicaba un aumento considerable de la longitud de fachada edificable.
Cuando se solicita la licencia para construir este edificio la trama urbana no tenía una traza consolidada pues la documentación presentada asume la existencia de una calle innominada, superviviente de la primera propuesta de Ensanche. La autorización otorgada por el Ayuntamiento vino a consagrar la desaparición de las bocacalles oblicuas lo cual implicó para este caso concreto la nada despreciable consecuencia de que las fachadas a la calle Ordoño II vieron duplicarse su longitud.
En contrapartida, no se aprobó la apertura de huecos a una hipotética huerta en el extremo de la parcela por la calle Alfonso V, argucia muy lucrativa en términos urbanísticos que había colado en dos edificios muy próximos -Ordono II nº 2 y 4-, también proyectados por Cárdenas.
Descripción y análisis
La parcela tiene una superficie de 826 m2 y forma de L de lados desiguales con longitudes y fondos respectivos de 33,25 -18,5 m en Ordoño II y 30,0 -15,0 m en Alfonso V.
En planta el edificio se organiza, como era habitual, a partir de la caja de escaleras, situada en una posición central, y varios patios de luces de distintos tamaños y formas que permiten el aprovechamiento exhaustivo del solar.
Verticalmente arrastra todavía la estratificación anterior a los ascensores, con la vivienda más grande y representativa ocupando la mayor parte de la planta llamada “principal” y un fraccionamiento creciente a medida que se sube, con viviendas más pequeñas.
En la configuración exterior Cárdenas reproduce algunos de los recursos ensayados en la casa Ciriaco (Ordoño II, 2) aunque con resultados menos convincentes. Hay cuatro elementos de una potencia poderosa -la cúpula, los miradores volados, los ventanales de la esquina y los vanos de la planta principal- que monopolizan el primer golpe de vista y componen una estampa monumental. Sin embargo, los huecos restantes son básicamente un conjunto de balcones iguales, muy sencillos, incapaces de soportar la vecindad, a veces inconvenientemente próxima, de los elementos emblemáticos. En suma, los alzados padecen una cierta descompensación entre la exuberancia del neobarroco aplicado a las partes icónicas y la atonía del resto.
De la cubierta sólo es patente la cúpula parabólica recubierta de escamas de pizarra. Los faldones de teja se ocultan tras el peto de la cornisa para evitar la contaminación de la imagen con un material asociado con la arquitectura popular o decimonónica.
La estructura portante es mixta, con muros de carga de ladrillo en el perímetro y la caja de escaleras, con un espesor de 2 astas (50 cm) en la planta baja, y pilares metálicos en el interior, incluso bajo los patinejos de luces, con el fin de obtener la máxima diafanidad posible en la planta baja comercial.
Los forjados son de viguetas de acero laminado que se prolongan por fuera de la fachada para soportar los cuerpos volados de modo que las robustas ménsulas que aparentemente los sostienen son ficticias.
Internamente el edificio ha experimentado la implantación de usos terciarios en sustitución de las viviendas originales. Este proceso, que lo ha desvirtuado en cierta medida, atestigua sin embargo la versatilidad de los modelos residenciales burgueses de principios del siglo XX.
Bibliografía
E. ALGORRI GARCÍA; R. CAÑAS APARICIO; F. J. GONZÁLEZ PÉREZ: León. Casco Antiguo y Ensanche. Guía de Arquitectura, Colegio Oficial de Arquitectos de León, León, 2000, pp. 126-127.