Introducción
En un plazo relativamente breve, entre 1910 y 1925, se construyen en León un buen número de edificios de vivienda colectiva que consagran la preferencia por el Ensanche entre las clases adineradas locales, en detrimento de lo que empezó a llamarse casco antiguo.
Este edificio es uno de los prologa el fenómeno social de traslado, a la vez que ayuda a consolidar la calle Ordoño II -la línea recta entre la puerta occidental del recinto amurallado y la estación del ferrocarril- como eje vertebrador del Ensanche frente a las preferencias de sus proyectistas por la Gran Vía de San Marcos.
Descripción y análisis
La parcela tenía una forma rectangular oblonga, de 50 m de largo y 10 de fondo. Esta última dimensión, tan escasa, es el factor que explica la singular disposición del edificio, que suma 1.241 m2 construidos. Con el propósito de obtener el mayor aprovechamiento posible se ocupó la franja central, dejando libres 180 m2, repartidos entre un pequeño patio de 4 x 10 m2 en el extremo oriental y un jardín más amplio, de 14 x 10 m2, en el opuesto. Esta supuesta pérdida se compensa largamente con la posibilidad de abrir ventanas en los testeros, dotando de iluminación y ventilación a zonas interiores que estarían condenadas con el esquema clásico de inmueble entre medianeras. Ambos espacios se comunicaban con la calle Ordoño II a través de respectivos pasos de carruajes. La posterior enajenación del jardín, para dedicarlo a solar edificable, y la ocupación del patio como local en planta baja trastocaron el esquema original, privándole del sentido que justificaba una solución tipológicamente discutible.
El edificio se estructura en dos crujías paralelas a la fachada. La trasera aloja la caja de la escalera y dos pequeños patios de luces desiguales. La escalera es de tres tramos y ojo central y da servicio a dos viviendas por planta colocadas de forma asimétrica, estableciendo una cierta jerarquía, con la puerta principal en el eje del rellano y la secundaria a un lado, aledaña en exceso a los peldaños descendentes.
En consonancia con el modo de ocupación de la parcela, el volumen no es unitario sino que se descompone en un compacto cuerpo central, al que se adosan por cada lado dos alas más bajas que vierten luces hacia los respectivos espacios libres. Los alzados reproducen esta fragmentación pues, aparte del escalonamiento derivado de la diferencia del número de plantas, los huecos de las alas, que en el proyecto se asemejaban a los miradores vecinos, finalmente acabaron como galerías acristaladas sin relación alguna con el resto de la fachada, aunque resulten muy apropiadas para la orientación meridional del frente del edificio.
Si bien la ocultación de los faldones de los tejados facilita el ensamble de los volúmenes, las alas no se integran satisfactoriamente en el conjunto, que se ve descompensado, con un potente cuerpo central, que parece ser el edificio en sí, flanqueado por dos apéndices adosadoscon torpeza.
En vertical, los distintos pisos presentan un rasgo propio de la arquitectura residencial burguesa previa a los ascensores, consistente en la jerarquización de su altura libre en sentido ascendente (4 m en el principal; 3,6 en el primero; 3 en el segundo), con su consiguiente plasmación en el tamaño de los huecos de los alzados, si se observan con detenimiento.
La composición de la fachada es simétrica y vertical, dominada por dos voladizos de miradores situados en los extremos del cuerpo central que, por un lado lo enfatizan, y por el otro no contribuyen precisamente a resolver airosamente la transición con las alas menores.
Respetando las premisas generales de partida, se aprecian bastantes diferencias entre el proyecto y el resultado final: los miradores se achaflanan y se dividen en tres huecos; desaparece la media caña que suavizaba la intersección de las jambas con los dinteles en los balcones; unos óculos elípticos que horadaban los frontispicios sobre los miradores se sustituyen por ventanas termales tripartitas flanqueadas por una poderosas cornisas; el antepecho de forja en el peto que corona el plano de fachada se convierte en un acroterio opaco, etc.
Toda esta metamorfosis resulta muy expresiva del carácter dubitativo del proyecto. Parece como si el arquitecto se encontrara en una encrucijada sin un horizonte claro, aunque tardará poco en encontrarlo como demuestra el edificio vecino (Ordoño II nº 2), diseñado un año más tarde. Así, la decoración es de linaje modernista, particularmente entroncada con el movimiento finisecular vienés llamado Secessionsstil, aunque los motivos vegetales sobre yesos en las paredes del portal -dignos de curiosear- son más bien deudores de la escuela belga liderada por el arquitecto Víctor Horta. No le falta tampoco el contrapunto historicista de la pintoresca torrecilla situada al fondo del testero occidental -que pasa desapercibida al transeúnte distraído-, con una cubierta cónica y polícroma, realizada con azulejo troceado (trencadís).
En 2021 se han iniciado unas obras de remodelación integral del edificio.
Bibliografía
E. ALGORRI GARCÍA; R. CAÑAS APARICIO; F. J. GONZÁLEZ PÉREZ: León. Casco Antiguo y Ensanche. Guía de Arquitectura, Colegio Oficial de Arquitectos de León, León, 2000, pp. 122-123
M. SERRANO LASO: La arquitectura de León entre el historicismo y el racionalismo. 1875-1936, Universidad de León, León, 1993, pp. 206 y 210