Introducción
La estrategia aislacionista adoptada por la derecha gobernante en el ayuntamiento de León, con el respaldo de poderosos agentes económicos locales, durante la década de los 80 del siglo XX, dejó a la ciudad al margen de las inversiones públicas en equipamientos culturales y de las corrientes de pensamiento y diseño con vocación contemporánea que las dieron forma. Este proceso, animado por la bonanza económica y la entrada en la Unión Europea, colocó a la arquitectura española en una posición muy destacada dentro del panorama mundial. Mientras tanto, la ciudad heroica dormía la siesta o gastaba sus energías institucionales en percutir contra el gobierno socialista central o la comunidad autónoma.
Cumplido ese deplorable ciclo, el Auditorio encarna en el ámbito de la arquitectura una nueva fase de apertura a la modernidad, por fin, protagonizada por otras gentes de similar ideología pero en un contexto político diferente.
Convocado un concurso de ideas para la adjudicación del proyecto, resultaron ganadores Luis Moreno Mansilla y Emilio Tuñón, antiguos colaboradores de Rafael Moneo -figura principal de la arquitectura española en el último cuarto del siglo XX-, jóvenes, en torno a 35 años, y que tras emanciparse del maestro iniciaron su trayectoria independiente con un arranque deslumbrante.
Descripción y análisis
Dicho de un modo sintético: el Auditorio es un edificio de concurso. Los arquitectos especializados en esa faceta profesional saben que un proyecto ganador no sólo ha de ser bueno sino también elocuente. Pocas ideas, al menos en apariencia, aunque detrás haya mucho más contenido, bien contadas e ilustradas de manera atractiva.
En este caso, los conceptos básicos son dos, y muy claros. En primer lugar una fachada expresiva, capaz de afrontar perspectivas panorámicas con solvencia y, sobre todo, la vecindad desafiante de la fachada de San Marcos, tan dilatada e intensa ornamentalmente. El segundo, una sala de aforo variable, según el tipo denominado "de balancín", con el escenario entre dos patios de butacas enfrentados, el mayor de los cuales puede empequeñecerse con un telón móvil. De esta manera, se dispone de tres posibilidades de capacidad, que van de 600 a 1.200 espectadores.
Entre la propuesta del concurso y el resultado final sucedieron dos cambios importantes.
La fachada icónica inicialmente se desdoblaba en dos planos, componiendo el delantero por el apilado de varias franjas horizontales cegadas en parte por machones dispuestos irregularmente, en una imagen en cierta manera evocadora del pentagrama y la naturaleza rítmica que hermana música y arquitectura. Durante la redacción del proyecto, sus autores mantuvieron la estratificación horizontal, cuajando las franjas con huecos abocinados troncopiramidales, diferentes entre sí. Esta solución, con ecos del arquitecto franco-suizo Le Corbusier, refuerza la autonomía del alzado como elemento icónico, a la vez que establece una relación ambigua con los espacios que tiene detrás. Paradójicamente, la riqueza plástica del lienzo, con múltiples facetas, queda atenuada por su orientación a poniente pues los rayos rasantes iluminan sin sombras proyectadas de tal modo que la fachada luce más los días de cielo plomizo.
A petición del Ayuntamiento se habilitó el escenario para representaciones operísticas, modificación nada inocua pues implica la colocación encima de una caja escénica muy alta, que ineludiblemente se manifiesta al exterior
Conforme con el esquema dual, el edificio se fragmenta en dos volúmenes desiguales, conectados por un zócalo que alberga taquillas y accesos de servicio a la vez que define un espacio de transición entre el interior y los viales públicos circundantes. El cuerpo más grande, que alberga la sala, tiene una silueta escalonada que hace patente los elementos interiores, sobre todo la caja escénica, subrayada con unos grandes ventanales laterales que no tienen una correspondencia funcional clara. Los paramentos están revestidos con poderosas y elegantes placas de mármol travertino, al estilo romano.
Aunque se sobrepone a un contexto poco favorable, no ayuda a la presencia urbana del edificio la excesiva vecindad con un bloque residencial de altura parecida.
Dentro destaca la sala, que ha demostrado con los años su versatilidad funcional. La continuidad entre suelo, paredes y techo, obtenida con el empleo de un acabado común -madera oscura- y la supresión de los diedros de intersección, genera un espacio envolvente que ha incentivado las descripciones metafóricas, desde el vientre de la ballena a la caja de resonancia de un instrumento musical.