AMBULATORIO DE LA CONDESA

El solar tiene una superficie de 973 m2, 46 m de fachada y está emplazado en una manzana del límite occidental del Ensanche que mira al río Bernesga.
En ese contexto, el edificio se concibe como un objeto básicamente funcional, criterio del que dimana la claridad tipológica y la sencillez geométrica que lo caracterizan. La planta es ortogonal, con la línea de fachada como referencia, y se encaja en la parcela indiferente a la irregularidad de las lindes traseras. Se compone de tres crujías destinadas sucesivamente a una fila de despachos de consulta, salas de espera acompasadas a los mismos y, por último, elementos de comunicación vertical y vestíbulos de planta. La circulación está desdoblada de tal modo que el personal sanitario dispone de un paso discreto e independiente a los despachos, a través de un pasillo antepuesto al plano de la fachada.
Funcionalmente, las plantas tipo mantienen hoy día la asignación original, en parte por la indiferenciación de los espacios. No sucede lo mismo en las plantas singulares como la entreplanta, el sotabanco o el semisótano, que se ha acondicionado como vía de acceso para personas con dificultades motrices, incapaces de transitar por la empinada escalera de la entrada principal.
La imagen del edificio es ecléctica, resultado de la hibridación entre el racionalismo que impregna el proyecto y un lenguaje de resabios regionalistas. Priman también los conceptos de notoriedad, inevitable por su ubicación en el principal frente urbano de la ciudad, y de autonomía que se hace especialmente patente en la cubierta a cuatro aguas, propia de un inmueble aislado.
El alzado tiene una composición simétrica y reticular, presidida por una tupida galería en voladizo, cerrada con vidrio traslúcido, que alberga el pasillo privado de las consultas a la vez que constituye un magnífico acumulador térmico en invierno y un colchón que durante el verano atenúa la intensa incidencia solar derivada de una orientación a poniente.
La factura de la fachada está muy trabajada desde la sillería apiconada del zócalo hasta las buhardas circulares que puntean los inclinados faldones de pizarra, pasando por el ladrillo a cara vista sin llagas verticales o la sillería afilada en los montantes y travesaños de la galería, acristalada con lamas abatibles cuya apertura se regula mediante sofisticadas manivelas. El colmo del preciosismo radica en unas delicadas rejillas de ventilación insertas miméticamente en las hiladas de la fábrica de ladrillo.
En resumen, por muchos motivos -complejidad, sencillez, preciosismo, etc.- este edificio merece la consideración de ser uno de los más logrados entre los construidos en León durante la segunda mitad del siglo XX. Se nota que el arquitecto sabía tras lo que se andaba.