Introducción
La génesis de este edificio tan señalado no estuvo precisamente exenta de conflictos.
Para empezar, un litigio emprendido por el Ayuntamiento a instancias de un propietario colindante oponiéndose a la construcción del edificio con el argumento de que tapaba parcialmente la fachada del palacio de los Guzmanes en su visión frontal, hecho cierto que visto ahora, con otra perspectiva, no parece una lacra, sino todo lo contrario, pues un alzado asimétrico y tan apaisado agradece una percepción más gradual.
Por otra parte, los agoreros que nunca faltan, particularmente cuando se emprende algo fuera de lo común, pronosticaron toda clase de desgracias como consecuencia de lo que, en su opinión, era una construcción deficiente. Así por ejemplo, al colocar las cimbras para el apoyo temporal de las ménsulas de arranque de los torreones en las esquinas, se difundió por la ciudad la especie de que lo construido hasta entonces se caía. Gaudí desafió a los profetas mostrándose dispuesto a aceptar todos los dictámenes y pronósticos que se le facilitaran por escrito... para exponerlos en lugar visible cuando el edificio estuviera acabado. No hay constancia de que recibiera ninguno. Suele ocurrir.
Lo paradójico del tema es que un siglo después, cuando se analizó el comportamiento estructural del edificio, previamente a la remodelación integral, los resultados se decantaron más bien hacia el lado de los detractores.
Las catas geotécnicas desvelaron que la capa donde se asienta tiene una resistencia seis veces menor que los esfuerzos transmitidos por los muros de carga. Las dos cajas murarias, de fábrica de sillarejo y mampostería la exterior y de ½ asta de ladrillo (¡12 cm!) la interior, no disponen de elementos de arriostramiento y sus esquinas están respectivamente debilitadas por los torreones cilíndricos o, aún peor, vacías. Los muros en la planta principal, que recogen todas las cargas de los pisos superiores, tienen una esbeltez desmesurada, proclive al efecto de pandeo. La vulnerabilidad en térmicos sísmicos de algunos elementos alcanza el valor 60 (no importan las unidades) cuando el máximo recomendable no debiera superar 30.
Resumiendo, en la casa Botines todo está al límite. Deliberada o involuntariamente Gaudí contravino la mayor parte de las reglas consuetudinarias de la buena construcción.
En 1992 se constituyó una asociación dedicada a promover la beatificación de Gaudí que, sin lugar a dudas, fue el primer penitente del templo “expiatorio” de la Sagrada Familia, además de católico ferviente (en la segunda parte de su vida), misántropo, célibe y catalanista acérrimo.
El proceso avanza lentamente porque falta la acreditación de algún milagro. Tal vez debieran incorporar el asombroso sostenimiento de la casa Botines como prueba irrefutable de los méritos del candidato.
Descripción y análisis
Lo que hoy es sede institucional y espacio expositivo, nació como un inmueble mitad comercial, mitad residencial. Negocio de tejidos y banca en el semisótano y la planta baja; viviendas en los cuatro niveles superiores, desglosadas en dos para los promotores en el principal y cuatro de alquiler en casa piso.
Si hubiera que elegir un único adjetivo para definir el edificio, probablemente sea original el más apropiado.
Original en el conjunto de la obra de Gaudí, que fuera de Cataluña, su entorno natural, apuesta por una especie de historicismo neogótico que debió considerar más apropiado para un contexto como el de León, donde el pasado tiene tanto peso, más a finales del siglo XIX que ahora.
Original en su configuración arquitectónica, por múltiples motivos. El primero, la voluntad de constituirse como un volumen aislado que se escinde de la manzana a la que pertenece, si bien hay que reconocer que esta decisión genera un extraño patio de luces lateral con aspecto de callejón marginal. El segundo, el patio inglés que ciñe el volumen por tres de sus lados. También, el recurso al acabado de sillarejo muy rugoso y desnudo en las fachadas, más propio de los castillos o de la construcción tradicional que de los edificios urbanos. O la cubierta tan inclinada y de pizarra que remite a las catedrales góticas francesas. Por no hablar del diseño de los huecos y sus soluciones de columnillas y arcos mixtilíneos. Todo ello enmarcado por una silueta puntiaguda en la que destacan las singulares ventanas abuhardilladas y, sobre todo, las agujas cónicas de los esbeltos torreones de las esquinas.
Comparado con cualquiera de los edificios coetáneos de la ciudad, encontrar un rasgo común resulta una tarea difícil.
Aunque quede en un segundo plano, menos aparente, la escuela modernista que Gaudí cultivó de un modo muy personal, impregna cada rincón del proyecto. Por ejemplo, en el depuradísimo diseño de las ventanas, que combinan distintas posibilidades de apertura o en los acabados interiores. Por supuesto en el preciosismo de la verja que delimita el patio inglés, elemento que como es sabido resultaba particularmente afín a las habilidades del arquitecto por sus orígenes familiares. Pero el esmero no es sólo decorativo, pues la recogida de las aguas pluviales que acumula la cubierta se resuelve con una especie de pesebrón (gran canalón oculto) que incorpora unos rebosaderos en previsión de precipitaciones inusualmente intensas.
El concepto de obra de arte total, tan cara al modernismo, que integra otras disciplinas, se pone de manifiesto en la escultura de San Jorge sobre el guardapolvo de la entrada principal, tallada por Antonio Cantó a partir de un modelo vaciado por Lorenzo Matamala, escultor de la Sagrada Familia. En 1950, en pleno nacional-catolicismo, se pretendió sustituir por otra de la Virgen. La iniciativa no prosperó y en 1956 se colocó una réplica dado el deterioro del original.
La remodelación de la planta baja para adecuarla a su función de patio de operaciones de sucursal bancaria, realizada en 1953, no pasará a la historia de la arquitectura.
Vista con perspectiva, la remodelación integral promovida por la Caja de Ahorros de León en la última década del siglo XX con objeto de dotarse de una sede institucional icónica, tiene todos los rasgos de un canto del cisne. La intervención, que dispuso de abundantes medios económicos, supuso una transformación radical, inevitable por las nuevas necesidades funcionales y las exigencias normativas que, por ejemplo, implicó la inserción de dos ascensores o la demolición de la mayor parte de los tabiques de compartimentación en las plantas de vivienda, conservando exclusivamente las estancias más significada en la crujía exterior. No obstante, se cuidó escrupulosamente la pervivencia de los múltiples detalles de diseño original que atesoraban muchos elementos, aunque también se aprovecho la ocasión para enmendar al maestro y dotar al edificio de un grado de seguridad estructural más tranquilizador.
Bibliografía
E. ALGORRI GARCÍA; R. CAÑAS DEL RÍO; F. J. GONZÁLEZ PÉREZ: León. Casco Antiguo y Ensanche. Guía de arquitectura, Colegio Oficial de Arquitectos de León, León, 2000, pp. 46-49.
Otros datos
Otros arquitectos:
- Luis Aparicio Guisasola (remodelación de la planta baja)
- Mariano Díez Sáenz de Miera y Félix Compadre Díez (remodelación integral).
Fechas del proyecto:
- 1953 (remodelación de la planta baja).
- 1996 (remodelación integral).