Introducción
Este proyecto representa una prueba más de que Francisco Javier Sanz no se esmeraba mucho en la fase previa de redacción del documento técnico pues basta un vistazo general a los planos para percatarse de que las plantas no incorporan los cuerpos volados representados en los alzados, ni las terrazas con antepecho de balaustre que enfatizan las esquinas de la fachada principal, al nivel del segundo piso. El expediente de licencia municipal no recoge ninguna particularidad ni requerimiento de rectificación, lo cual indica que el servicio de arquitectura tampoco prestaba mucha atención o, tal vez, conociendo el percal, sabrían que al final Sanz acabaría cuadrando el proyecto, y además con bastante eficacia.
Descripción y análisis
La característica principal de este inmueble radica en la voluntad de aislamiento, con sus cuatro caras exentas, a pesar de su pertenencia a un tejido urbano de Ensanche, donde predomina el tipo edificatorio entre medianeras que ocupa el perímetro de las manzanas dejando libre un patio interior. Y lo hace en una parcela con un frente de fachada no muy largo (25,0 m), mediante la fructífera operación de mancomunar con sus dos vecinos sendas franjas libres, perpendiculares a la calle, que facilitan un aumento considerable del aprovechamiento del solar, gracias a la apertura de huecos en los alzados laterales. Así pues, la planta del inmueble -rectangular de 21,30 de ancho y 20,40 de fondo- se encaja ajustadamente dentro de la parcela, dejando libre la zona trasera, que posteriormente se ocupó con una nave destinada a garaje. Llama la atención la carencia de ascensor en una promoción inmobiliaria que apunta una cierta pretensión de lujo, como muestra la duplicación de la caja de escaleras a fin de disponer de un acceso de servicio y, sobre todo, la planta principal consagrada a una sola vivienda compuesta de una zona de recepción pública que incorpora un amplio vestíbulo y cuatro dependencias adjuntas, flanqueadas por dos terrazas -de invierno y verano respectivamente-, nueve dormitorios, dos baños completos, dos retretes, lavadero, cocina acompañada de oficio y despensa, zona de costura y plancha, más una galería asociada a estos usos auxiliares. Los niveles superiores tienen una disposición simétrica y albergan dos viviendas que reproducen el concepto distributivo aunque, obviamente, con una dotación más modesta del número de estancias y de la superficie útil. La planta baja se reparte entre el portal, emplazado en el eje, dos locales de tiendas a cada lado, y en la zona trasera, un almacén, carboneras y la vivienda del portero. En vertical, el edificio creció una planta más sobre lo proyectado, añadiéndola a los niveles intermedios, para conservar la coronación con un sotabanco bajo una cubierta de pizarra y traza amansardada que en la fachada principal se manifiesta en forma de una fila corrida de ventanas más pequeñas. Los alzados no son nada del otro mundo aunque tampoco ayuda la práctica de revestir con pintura, de colores además poco apropiados, el primitivo revoco pétreo, revestimiento al que el arquitecto Sanz era muy aficionado y que hoy se maltrata reiteradamente por desconocimiento de su puesta en obra y posibilidades de limpieza y reparación. En la estampa general destacan unas ménsulas laminares que sostienen los voladizos, con un lenguaje ornamental que persigue la formalización de elementos clásicos de la arquitectura mediante recursos estilísticos propios de las nuevas técnicas constructivas, como el hormigón armado. A pesar de estos detalles, la estructura portante es deudora del pasado, a base de muros de carga de fábrica de ladrillo, organizados en anillos en torno a la caja de escaleras que ocupa la posición central.