José Yarnoz Larrosa

1884 - 1966
Título en: 
1910

Navarro de cuna acomodada, nada más acabar la carrera, que había cursado brillantemente, da señales inmediatas de su valía con la obtención de la Medalla de Oro en la Exposición de Bellas Artes (1912) o el triunfo en algún concurso muy señalado. Después de una larga estancia en  Argentina (1914-15), de donde volvió casado, establece su estudio en Madrid a la par que es nombrado arquitecto del Banco de España (1916), puesto que desempeñó hasta su jubilación y desde el que proyectará una de las ampliaciones de la sede central, con fachada a la calle Alcalá (1935) así como su sanctasanctórum -las cajas fuertes-, además de una veintena de edificios de la entidad en otras tantas ciudades.
La radicación en la capital del país no le alejó de sus orígenes, más bien lo contrario, fue a lo largo de toda su vida un gran prohombre navarro. Formando equipo con su hermano Javier, también arquitecto, ganó sendos concursos para la reconstrucción del palacio de Olite (1924) y la sede de la Diputación Provincial (1928) inaugurando una larga lista de trabajos en los monumentos más señalados de Navarra, que desarrolló principalmente a través de Institución Príncipe de Viana, a la que estuvo vinculado durante un cuarto de siglo (1940-1966). También son de su autoría edificios icónicos de Pamplona como la Hacienda Foral (1931) o el Teatro Gayarre (1929). 
Tras el golpe de Estado del 36 ambos hermanos siguieron itinerarios opuestos. José, hombre de convicciones religiosas y conservadoras, escapó milagrosamente de Madrid y Javier, por su parte,  de Pamplona tras el asesinato por los sublevados de un cuñado -perteneciente a una familia  republicana muy conocida- para exiliarse primero en Bayona, y definitivamente en Venezuela. Nunca volvieron a encontrarse. Probablemente ni siquiera se cartearon.
Además de un vasto ejercicio profesional, José Yarnoz desplegó una intensa y variopinta faceta pública. Entre otros cargos, fue Canónigo honorífico de Santa María la Real en Pamplona, Decano del Colegio de Arquitectos de Madrid, o Académico de número de la Real de Bellas Artes (1944).
Un obituario le definió como “un hombre esencialmente bueno, profundamente religioso y caballero en el sentido tradicional y casi medieval de la palabra”. La estirpe profesional continuó en la persona de su hijo José Yarnoz Orcoyen (1914-2011).