Fernando García Mercadal

Zaragozano, hijo de un próspero empresario de origen asturiano que durante 10 años fue destacado  miembro de la corporación municipal de la ciudad, llegando a ser Alcalde.
Número 1 de su promoción, trabaja inicialmente en el estudio del arquitecto Ignacio Aldama hasta que obtiene el pensionado en la Academia de España en Roma (1923). Aprovecha esa circunstancia para conocer mundo y viaja por Europa donde traba contacto y amistad -probablemente por su simpatía- con algunos de los arquitectos más importantes del momento como Le Corbusier, W. Gropius (primer director de la célebre Bauhaus), Peter Behrens (arquitecto de la AEG y de la Werkbund) o Theo van Doesburg (fundador del grupo holandés Der Stilj). Aparte de Roma, estudia también en Viena, Berlín (con Poelzig y Jansen) y París.
Aprovechando esos contactos,  será gestor de la presencia en España de algunos de ellos para dictar conferencias que tendrán un gran impacto. Participó (1928) en el primer Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM) organizado por Le Corbusier en el castillo de La Sarraz (Suiza) y considerado la piedra fundacional del “movimiento moderno”. Esa adscripción se completa con el proyecto del "Pabellón de Goya" en Zaragoza (1926), donde le da la vuelta al encargo con un edifico útil en vez del esperado monumento conmemorativo, y con la fundación (1930) del grupo de arquitectos españoles afines a las vanguardias denominado GATEPAC (1930).
Colabora con Secundino Zuazo (1929) -autor de los Nuevos Ministerios de Madrid- hasta que obtiene por concurso (1932) el puesto de arquitecto municipal de Madrid en la oficina de Urbanismo y de parques y jardines. Su abanico de expectativas profesionales abarca desde libros sobre arquitectura popular (1930) hasta planes urbanísticos de varias ciudades como Bilbao (1926), Burgos (1929) o Ceuta (1930). .
Durante la II República García Mercadal es perejil de todas las salsas, figura imprescindible donde hay iniciativas de innovación y cosmopolitismo aunque algunas, como la Asociación de Amigos de la Unión Soviética (1933), le reportará consecuencias poco gratas. Pasa la Guerra Civil en el Madrid asediado dedicándose a la salvaguarda de monumentos y en su condición de miembro del Comité de Reforma elabora el Plan Regional de Madrid (1939), como si nada pasara. 
La victoria del bando sublevado no le augura un futuro prometedor y para eludir lo que se avecina decide mudarse de una casa racionalista -arquitectura mal vista por los ganadores- o otra de estilo imperio. Como cabía esperar, tan inocente iniciativa -enternecedora por su candor- no surte resultado y un tribunal de depuración profesional le sanciona, si bien en un grado menor, pues al fin y al cabo se trataba de un personaje entrañable e inofensivo.
Cumplido el purgatorio, obtiene plaza de arquitecto en el Instituto Nacional de Previsión desarrollando un ejercicio mucho más gris, carente de la vertiente pública de sus principios. Mercadal era muy bajito -levantaba bastante menos de metro y medio-, vivaracho, muy simpático e incluso en la vejez avanzada desplegaba un desmesurado e indisimulado interés por el sexo femenino como puede atestiguar el autor de estas líneas.