ESCUELA NORMAL (Antigua)

En el proyecto original la planta baja alberga las Escuelas Graduadas, a las que se accede desde la calle Álvaro López Núñez por una entrada lateral, conectada con un pasillo en L que sirve a seis aulas, situadas en la crujía exterior. Al final, este espacio de circulación desemboca en un comedor y las cocinas.
El patio está dotado de un porche cubierto, situado en la fachada a la carretera de Asturias. Este tramo del anillo sólo tiene una planta de altura en contraste con las tres del resto y supone una especie de brecha que abre las perspectivas del patio, efecto que indudablemente beneficia a este recinto de tamaño muy ajustado.
La Escuela Normal estaba emplazada en la planta primera, llamada principal, con entrada independiente. La distribución interna sigue el mismo esquema del piso inferior aunque en sentido opuesto. El programa funcional incluía salón de actos, laboratorios, museo, cuatro aulas ordinarias y una de dibujo, biblioteca, sala de profesores y despacho del director. La planta segunda se dedica a despachos y talleres.
Completaba el complejo un pequeño inmueble independiente, ubicado en la esquina NO de la parcela (carretera de Asturias, al lado del antiguo Parque Móvil) con dos viviendas pareadas para los conserjes. No se construyó, acondicionándose para este cometido el porche cubierto que actualmente es un gimnasio.
En la obra se alteró esta estricta segregación con la construcción de una escalera suplementaria que comunica las tres plantas. 
El aspecto exterior del edificio es adusto, severo, sin concesiones, lindante hasta cierto punto con la arquitectura industrial. La decoración se circunscribe a sendos balcones enmarcados por pilastras y frontispicios que resaltan el eje de las dos entradas así como unos capiteles en las pilastras del porche. El alero de la cubierta, a base de canecillos, tiende hacia el historicismo al igual que algunos  motivos en la estela del neomudéjar como los vanos con arcos rectos y molduras de esquinilla bajo el alfeizar. Hoy se ve antiguo, rancio incluso, pero en su época representaba el afán de aquellos que otorgaban a la instrucción pública una crucial función de regeneración y progreso.  
En el interior perviven zócalos alicatados con azulejos artísticos, molduras y escalinatas originales. También los radiadores con los tubos vistos y algunos solados de baldosa hidráulica o terrazo “in situ”. El ambiente retrotrae a los centros escolares del primer tercio del siglo XX, con generosos espacios de distribución que, sin embargo, rezuman un cierto aire entre vetusto y cuartelero, al menos desde la perspectiva actual.
De todos modos, tal estado de conservación material, casi un siglo después de su entrada en servicio, tiene también su lado positivo pues acredita el acierto del proyecto en sus premisas conceptuales y materialización técnica.