Introducción
La arquitectura es una disciplina morosa. Entre que comienza la gestación de un edificio y su entrada en servicio pasan como mínimo 3 o 4 años, a veces, bastantes más. En este caso, un cuarto de siglo aproximadamente.
Historia
El 1 de septiembre de 1922, Dionisio González Miranda solicitó licencia para construir un edificio de 6 plantas y sotabanco, aportando un plano de fachada y otro de la planta baja, firmados por Cárdenas. Debió concederse, aunque no se conserva testimonio escrito del acuerdo y, por otros documentos, parece que la obra quedó a medio hacer.
Pasan los años, incluyendo una guerra civil, y a finales de 1942 Elpidia y Carmen Fernández lo retoman, aunque vindican ante el Ayuntamiento que en la liquidación del impuesto les descuenten la cantidad pagada anteriormente por el promotor original.
En el expediente llama la atención un informe de la Delegación Fiscal, que verificó la cantidad de acero empleado en la construcción del edificio, que no debía pasar de 6 kg/m3 según lo prescrito en un Decreto de 11.de marzo de 1941. Así eran esos tiempos de penurias.
Descripción y análisis
En todo este largo periplo, la organización de la planta permaneció tal cual, sin modificaciones. Dos viviendas por cada piso, en torno a un patio de luces central, articuladas por un largo pasillo en forma C y con las dependencias técnicas (cocinas y baños) concentradas en la parte trasera. Se ve que los materiales empleados en las redes de fontanería eran caros y había que economizar.
Que durante 20 años persista la misma distribución tiene su explicación lógica porque en ese período los modelos domésticos de la burguesía acomodada no habían experimentado cambios significativos.
No sucedió lo mismo con las fachadas, aunque las proporciones generales y la disposición de elementos básicos no variaron. La propuesta original era de la misma escuela que la casa Goyo (C/ Padre Isla nº 2), con las plantas baja y principal conjuntas, dos torreones en los extremos, coronados por chapiteles troncopiramidales y buhardas en la planta bajo cubierta. La primera versión de 1942 es prácticamente igual, algo más adusta. En la definitiva, la que vemos hoy, desaparece todo el programa decorativo, así como los chapiteles, aumenta considerablemente la superficie de huecos y el bajocubierta deviene en un ático retranqueado. En suma, el mismo concepto de fachada con un ropaje diferente, más severo.
Estos arquitectos tardoeclécticos como Cárdenas, educados en los principios de la arquitectura decimonónica, cambiaban de estilo decorativo como de corbata. Para ellos, sólo era un aditamento intercambiable.
Entre los arquitectos vanguardistas del siglo XX esa actitud, aparentemente frívola, equivalía a un crimen de lesa humanidad, condensado en la expresión “fachadismo” cargada de significados ominosos. El edificio moderno en todos sus elementos debiera ser un todo coherente y acorde con el espíritu de su época.
No está claro que el paso del tiempo haya dado la razón a estos últimos.
Bibliografía
J. C. PONGA MAYO: El Ensanche de la ciudad de León 1900-1950, Colegio Oficial de Arquitectos de León / Santiago García Editor, León, 1997, p. 95.