COLEGIO S. JOSÉ

Promotor/es: 
Compañía mercantil anónima “Agrupación Inmobiliaria”
Aparejador/es: 
Mariano González Flórez
Fecha del proyecto: 
1949 / 1961
C/ Álvaro López Núñez nº 12
COLEGIO S. JOSÉ
Fachada a C/ Álvaro López Núñez
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Introducción

Este gran complejo docente, de 11.266 m2 construidos sobre una parcela de casi 15.000 m2, con una capacidad para 800 alumnos externos y 200 internos no puede entenderse si se disocia de la guerra civil, concluida 10 años atrás, y sus consecuencias entre las que destaca el otorgamiento a la iglesia católica del monopolio educativo y de la conformación de conciencias, como parte de la trama de recompensas y áreas de influencia que articuló la alianza de los vencedores.
Aún así, la congregación marista, orientada principalmente hacia la enseñanza, afrontó esta empresa  bajo la paradójica fórmula de una “Compañía mercantil anónima”, demostrando que la vocación pedagógica no estaba reñida con la rentabilidad.
Ya fuera por uno y otro motivo, el proyecto no  escatima, al menos en los aspectos cuantitativos, con el objetivo de alojar un programa mixto que añade al colegio una “Residencia de Hermanado” para 40 plazas y la residencia de los internos.
La zona docente ejemplifica muy bien el nivel de ambición de la iniciativa, conformada mediante la adición de grandes dependencias de reunión colectiva, a partir de  aulas tipo de 42 o 60 alumnos que se complementan con una variada gama de estancias especiales: salón de actos (440 plazas), capilla (440), sala de conferencias (176), comedor (240) o las salas de estudio (108).
La apuesta debió rendir sus frutos pues en 1961 se emprendió una ampliación, con proyecto firmado por el mismo arquitecto y su hijo Ramón Cañas Represa, consistente en la elevación de una planta en el pabellón trasero así como la remodelación de una zona de dormitorio de alumnos para obtener siete aulas más y un gabinete, operación que sugiere la preferencia por el incremento del numero de estudiantes a costa del internado.

Descripción y análisis

La memoria del proyecto explica con mucha claridad el planteamiento general: “Debido a la forma y dimensiones del solar hemos proyectado el edificio en forma de H con ramas desiguales, situada una en fachada, convenientemente retirada de ésta, y la otra al fondo, paralela a la misma, quedando unida a ella por un pabellón central en cuya parte media y hacia el O. se sitúa el salón de actos y Capilla; el terreno que queda hacia el E. limitado por las ramas de la H y el cuerpo central forma un patio abierto con soportal que servirá para juego de los niños, y al fondo se disponen los campos de deportes”. En vertical, “consta de tres plantas a excepción del pabellón de fachada que se le han dado cuatro por razón de que la primera, al quedar casi oculta por la diferencia de rasante del solar y la calle, haría que si hubiera tenido solamente tres quedara la fachada sin las proporciones convenientes a su mejor composición y esbeltez”.
El edificio guarda evidentes semejanzas con el Colegio de la Asunción que Cañas había proyectado, junto con Juan Torbado Franco, 4 años antes y se concibe bajo el principio de englobar un programa funcional mixto, con usos y necesidades muy diversas, dentro de un volumen unitario del que únicamente destaca la capilla, a modo de pieza simbólica principal, y la torre que la acompaña, casi a modo de campanario. Esta premisa entronca con la interpretación del clasicismo vigente en la posguerra, como estilo oficial del régimen, por oposición a las tendencias modernas que indudablemente hubieran apostado por la descomposición del conjunto en pabellones autónomos especializados funcionalmente, es decir, dedicado cada uno a un uso concreto: residencia de alumnos o profesores, aulas, etc.
Bien es verdad que este rígido esquema clasicista está encajado con calzador, dada la forma y tamaño de la parcela, pues lo propio hubiera sido una disposición girada 90º, con el eje de la capilla como columna vertebral de la imagen del complejo  y los dos brazos laterales abrazando un patio de honor frontal, como ocurre en el Colegio de la Asunción. En vez de esta ordenación, da fachada a la calle un brazo de la H y al recinto porticado se llega lateralmente después de bajar 3,5 m por una inclinada rampa.
La organización interna de los espacios es elemental, con pasillos centrales y estancias a ambos lados, condicionada por la estructura de muros de carga que no facilita la diafanidad ni la flexibilidad.
En el pabellón meridional, que vierte a la calle Álvaro López Núñez se concentran los usos de servicio (cocina, calderas, almacenes, etc.) en el semisótano, dirección y zona de atención al público en el nivel de acceso, enfermería en la planta primera, además de algunas aulas, y la residencia de la comunidad en la segunda, que se horada con un alargado patio central a fin de obtener una forma  anular que facilita la provisión de luz natural y ventilación al cuantioso número pequeñas celdas de 7,5 m2 que la componen.
El internado se sitúa en la planta superior del brazo septentrional y el tramo del cuerpo central entre éste y la capilla, con dos paquetes de baños colectivos y compartimentado en alcobas de 2,20 x 2,50 m.
De acuerdo con el carácter religioso de la institución, el volumen de la capilla se manifiesta  netamente diferenciado y sobresaliente aunque, de modo chocante, las expresivas formas de la cabecera, de tres ábsides, quedan relegadas a una posición trasera si bien es cierto que durante la obra se simplificaron respecto de lo proyectado. En el interior, se confiere a la capilla una dimensión  singular dando doble altura a la nave central y mediante unos techos suspendidos que simulan bóvedas cuando el auténtico es un forjado de cerámica y hormigón convencional.
Al exterior, el colegio ofrece una estampa severa y sobria, en consonancia con los principios pedagógicos vigentes en el momento que se construyó, adornada con un par de contrapuntos destinados a insuflar también un aire de solemnidad.
El primero y principal es la portada de la entrada oficial, de corte neoclásico con la puerta enmarcada por un orden de columnas pareadas y entablamento que sirve de suelo a un balcón protegido con antepecho de balaustres. A partir de aquí la pieza adquiere un tono manierista con un guardapolvo curvo y un frontispicio partido en la coronación, escoltado por pináculos.
El segundo, más reservado, es la torre que marca en el patio el eje principal del edificio, coincidente con la capilla, que recibe un tratamiento más historicista, a la moda de la época, con un chapitel de pizarra que evoca la arquitectura del imperio de los Austria, el referente que en las clases de historia se explicaba como el momento culminante de la patria.

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Hoy por hoy León (23.12.2021)