CHALET C/ ORDOÑO II nº 24

Promotor/es: 
Srs. de Vázquez
Fecha del proyecto: 
1929
C/ Ordoño II nº 24
CHALET C/ ORDOÑO II nº 24
Fachada al chaflán
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Introducción

Dicho de manera metafórica, nos encontramos ante un derrelicto, el último ejemplar superviviente de una colección de chalets sitos en el avenida Ordoño II, por ejemplo donde hoy están las oficinas municipales o la sede del Catastro. Este modelo de casa unifamiliar de lujo convivió con edificios de vivienda colectiva como parte de esa condición heteróclita del Ensanche en sus primeras décadas de vida, que también albergaba establecimientos industriales, salas de cine y otros variopintos usos.  Progresivamente este panorama desapareció para llegar al actual, mucho más uniforme, a base de edificios residenciales entre medianeras.
El caso es que este chalet se construyó en una época bastante tardía para un edificio así, en esa ubicación, con proyecto de Manuel de Cárdenas que ya desarrollaba su actividad profesional en Madrid, su ciudad de origen, a la que había retornado en 1920 tras dos décadas en León durante las cuales tuvo tiempo de convertirse en el arquitecto más acreditado de la ciudad, casarse con una mujer del lugar y fundar una familia.

Descripción y análisis

Probablemente por su carácter tardío, este chalet ya no se concibió como una edificación aislada, retirada hacia la parte trasera de la parcela, sino que se ajusta a las alienaciones de las calles que la ciñen y su intersección achaflanada.
La imagen exterior se remite a la escuela regionalista y dentro de ésta a la rama “montañesa”, es decir, inspirada en la arquitectura popular de Cantabria que era entones un estilo muy del gusto de las clases adineradas que tenían en la ciudad de Santander, donde lógicamente había proliferado ese estilo, una referencia aristocrática pues, sin ir más lejos, allí veraneaba la familia real, aunque en 1928 sólo le quedaran un par de temporadas.
En la composición de las fachadas adquiere especial protagonismo el torreón del chaflán, coronado con un alero de madera de generoso vuelo, característico de la arquitectura regionalista montañesa. Se trata, no obstante, de  “un quiero y no llego” porque este elemento resulta a la postre achaparrado, levantado muy poco respecto de los cuerpos laterales y con una proporción nada esbelta, incluso contando con la afilada aguja que remata su cubierta en pabellón.
En el interior, que se remodeló íntegramente en la primera década del siglo XXI, destacan los techos  con vigas colgadas apoyadas en sus extremos sobre ménsulas, la escalera principal -elemento con intensa carga simbólica en esta clase de edificios de vocación suntuosa- y una vidriera del taller Basurto-González en el recibidor.
El Plan Especial del conjunto urbano de la ciudad de León cataloga el edificio con un grado de protección que sólo admite una limitada gama de intervenciones a fin de garantizar, entre otros propósitos, la pervivencia de su estampa exterior. Este objetivo tiene la contrapartida de que también equivale a consagrar las feas y enormes paredes medianeras que lo ciñen por uno y otro lado, componiendo una perspectiva urbana muy poco agraciada que tal vez mereciera un planteamiento diferente.
Si hay un término que defina este chalet es el de anacrónico, pues así nació, por tardío, y así hoy sobrevive, por extemporáneo.

Bibliografía

E. ALGORRI GARCÍA; R. CAÑAS APARICIO; F. J. GONZÁLEZ PÉREZ: León. Casco Antiguo y Ensanche. Guía de Arquitectura, Colegio Oficial de Arquitectos de León, León, 2000, pp. 132-133.

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Hoy por hoy León (21.11.2019)