Introducción
La licencia municipal, concedida en abril de 1924, ejemplifica el modo en que se iba materializando el Ensanche, con la edificación por delante de la urbanización de los viales. En este caso se condiciona al “previo señalamiento de la línea, medición y tasación de la parcela que tiene que apropiarse el Ayuntamiento para ensanche de la vía pública”.
Descripción y análisis
La parcela tiene forma y tamaño muy favorables: rectangular con un frente de 23 m y 36 de fondo. El único inconveniente consiste en la orientación a norte, apenas sin sol, de la fachada a la calle de la Torre.
El edificio se organiza en planta según el esquema tipológico propio de los ensanches: entre medianeras, con cuatro crujías paralelas a la calle y fachada trasera mirando al patio de la manzana. La caja de escaleras es interior sin iluminación natural, emplazada en el centro de la segunda crujía mientras que en la tercera hay dos patios -de 4,0 x 3,7 m-, uno en cada extremo, que aportan más ventilación cruzada que luz, sobre todo en los niveles inferiores.
Las viviendas, dos por cada piso, ofrecen un programa funcional profuso, compuesto de 9 dependencias habitables más cocina, despensa, baño y retrete. Sin embargo, la distribución resulta desordenada y confusa, destacando negativamente dos alcobas sin ventanas. A la más grande se le atribuye en los planos una poco creíble utilidad de comedor.
Sin centro definido ni una estancia principal, la vivienda pivota sobre la crujía trasera -la más soleada y luminosa-, presidida por una dependencia ambigua, llamada “galería”, que hace las veces de salón polivalente, flanqueado por cocina y despensa a un lado, y el baño -no previsto en el proyecto- en el otro. Su orientación y funcionalidad consigue incluso sobreponerse a la sorprendente carencia de calefacción, alimentada por una caldera individual de carbón, que caldea las otras crujías.
El esqueleto estructural consta de muros de carga de fábrica de ladrillo y, muy probablemente por su fecha de construcción, forjados de perfiles de acero laminado y bovedillas de ladrillo hueco cogido con yeso.
La fachada sigue la pauta derivada de esos sistemas constructivos, con una composición simétrica, vertical y rítmica, en la que se alternan balcones y miradores acristalados en voladizo, que aquí no ejercen precisamente de captadores solares. Las ventanas de la última planta son más pequeñas, simulando un sobrado añadido, que no es tal, pues figuraba en el proyecto. Destacan en el alzado las columnas de vanos pares, que reciben un tratamiento singular, a modo de torreones sobresalientes por encima del alero.
El repertorio decorativo se inscribe en el eclecticismo tan caro a Juan C. Torbado. Conviven antepechos de balaustre y guardapolvos en forma de frontispicio clásico con el toque inequívocamente neomudéjar de los torreones, especialmente en su coronación de triple ventana de arquillos y los recuadros azulejados, uno de los cuales informa de la edad del edificio.