Introducción
Este inmueble forma parte de la nómina de edificios “en altura”, como se dice en la jerga de los arquitectos, que invadió la ciudad durante la década de los 60 del siglo XX, al amparo de una imaginativa interpretación de las ordenanzas urbanísticas, animada por el afán de beneficio y también por la disponibilidad de técnicas constructivas que la hacía factible. Hoy se ven desmesurados y poco agraciados, pero en su momento representaron el optimismo codicioso de una época tan próspera como socialmente traumática, aunque en todo caso más llevadera que las dos oscuras décadas de autarquía, penurias y represión feroz que siguieron a la trágica Guerra Civil. La promoción, que no se dirige precisamente a una demanda menesterosa, se acogió a la modalidad de “viviendas de renta limitada, Grupo I” que comportaba, entre otros efectos, la bonificación del 90% de las tasas municipales.
Descripción y análisis
La parcela es pequeña (205,35 m2), aunque proporcionada y con sus dos fachadas mirando a las orientaciones más soleadas, en un emplazamiento envidiable, frente a una plaza espaciosa que divide el eje más largo del Ensanche.
Sobre la misma se yergue un esbelto edificio de 35 m de altura de cornisa, y un ático encima. Esa talla, mucho mayor que la moda del entorno, no desentona del todo vista desde la plaza, pero en la calle Julio de Campo se hace patente en forma de un descomunal muro medianero, revelador de que la ordenación urbanística debiera tomar en consideración no sólo los puntos de vista más favorables para las apetencias de beneficio.
En vertical se organiza según la estratificación clásica de la época: sótano de servicios generales, baja de locales comerciales y portal, 2 plantas de oficinas y 9 de vivienda -una por cada piso con 175 m2 de superficie útil- más un ático retranqueado que alberga otra más pequeña.
La distribución de la vivienda tipo muestra el cambio de tendencia en los modelos domésticos a favor de la preeminencia del salón comedor, al que se otorga un tamaño mucho más grande (32,46 m2) que el resto de las estancias habitables, y una ubicación privilegiada, en la zona del chaflán. El programa se completa con tres habitaciones en la crujía exterior y otra más pequeña vertiendo hacia el patio de luces al igual que la zona de servicio, compuesta de todas las dependencias con instalaciones de fontanería y un dormitorio individual. En este contexto, bastante generoso en la dotación de superficies, choca la exigüidad de la cocina (8,44 m2).
Los alzados persiguen una impresión de ligereza mediante varios recursos como la disposición en vuelo de los elementos que conforman las fachadas, que se desdoblan en dos planos, o la descomposición de las partes opacas en franjas horizontales y paños rectangulares ligeramente desplazados entre sí, al objeto de reforzar la individualidad de cada uno. Desgraciadamente la imagen original está totalmente desvirtuada con el cierre de las terrazas y la sustitución del elegante revestimiento original, de mosaico cerámico, por un tosco revoco bicolor además del cambio de las ventanas, utilizando perfiles mucho más gruesos que los primitivos.
La panoplia de materiales y procedimientos utilizados en la construcción resulta muy representativa del panorama de cambio técnico que comenzaba a vislumbrarse: estructura completa de hormigón armado, cerramientos de doble hoja con cámara de aire intermedia, cubierta de fibrocemento, ventanas de perfiles de acero, calefacción central y cocinas de gas butano. Subsisten todavía las escaleras de bóveda a la catalana que lamentablemente se extinguirán en esta década de profundas, y no siempre favorables, transformaciones.